A
estas alturas de la mañana ya sabremos que no hemos sido agraciados
con el sorteo navideño, ese que nos convoca con más ilusión que
suerte ante los bombos instalados en el Teatro Real de Madrid y que
nos han hecho llegar los números ganadores del sorteo del año que
cuenta con más adeptos. Y decimos que seremos conscientes de no
haber resultado elegidos por la suerte con toda la cautela que exige
el asunto, porque no ha sido el primer sorteo que luego, con el paso
de los días, hemos ido conociendo a alguno de los nuestros que
adquirió su número en cualquier bar de carretera o administración
de loterías de otra ciudad y ahí sí que tuvo la suerte de cara.
Sea como sea, ojalá uno o cientos de ustedes nos pudieran contar lo
que se siente cuando se es agraciado con el gordo navideño, porque,
por lo que nos han contado y hemos visto en las imágenes
televisivas, la inmensidad de la alegría es contagiosa. Y luego lo
de la coincidencia cuando de conocer dónde destinará el dinero
obtenido, porque casi todos coinciden en tapar algunos agujeros que
tienen, sobre todo de hipotecas, o para ayudar a sus hijos o
familiares. A nosotros, no obstante, nos interesan los sorteos en los
que el número ha sido compartido por compañeros de trabajo o
vecinos de un bloque, o en los bares de barrio, o en papeletas que
luego destinarán a obras sociales, porque sabemos que así serán
cientos los agraciados.
Entrando
en detalles que no conviene perder de vista, sepan que un décimo del
gordo de 1905 se pagaba por parte del Estado con seiscientas mil
pesetas; ahora, en 2015, con cuatrocientos mil euros. O que esta
lotería representa una quinta parte de las ventas del sector; o que
tres cuartas partes de la ciudadanía española participa en este
sorteo y que no lo hace a lo largo del año. Y un detalle más que
nos parece interesante: casi el cien por cien de los jugadores lo
hacen para compartir. De hecho, este sorteo atrae a su consumo a
miles de personas que representan a grupos, ya sean de familiares o
de amigos, y de ahí que el décimo navideño sea el más social,
porque sirve para estrechar lazos entre las personas. Y es que somos
nosotros, los españoles, los que compramos más lotería del resto
del mundo. Por costumbre, por necesidad o vaya usted a saber las
razones, aunque parece que la más extendida es la de por hacerlo una
vez al año, que entendemos será la más extendida.
Pero
no debemos quedarnos aquí a la espera de más noticias relacionadas
con la suerte, porque, como ustedes conocen, inmediatamente después
llega el sorteo del Niño, ese que dicen patrocinado por el recién
nacido y que nos convoca de nuevo obligándonos a estar pendientes de
su desarrollo, aunque no con tanta parafernalia. A este primer sorteo
del año se le conoce también por otro nombre entre los habituales
jugadores, que lo denominan como el de la pedrea, porque suelen
comprar los décimos con el reintegro del navideño. En realidad,
alrededor de la lotería existen infinidad de ritos o costumbres
ampliamente compartidas que nos hacen creer que la suerte está
ligada, por ejemplo, por pasar el décimo por la calva que tengamos
más cerca, por la espalda del amigo que, si tiene la mala suerte de
estar giboso, peor para él porque le pasarán cientos de números en
unos instantes, o colocar el décimo junto a la imagen del santo de
nuestra devoción… En definitiva, conjuros personales de los que en
público no presumimos, pero que la intimidad no nos importa
realizarlos con tal de no perder la ocasión de mantener la costumbre
familiar de toda la vida.
Como
decíamos al principio, ojalá hayan resultado agraciados. Si no con
el gordo, con otro de menor cuantía que les ayude a salir adelante,
que buena falta nos hace a todos y todas. ¡¡Suerte!!