Ha
amanecido y lo primero que observamos es el cambio en el paisaje
urbano que nos ha proporcionado la pegada de carteles electorales. Y
es que hoy se ha iniciado oficialmente la campaña electoral que
finalizará el 20 de diciembre con el resultado que las urnas aporten
al país y de las que saldrán un nuevo gobierno. Por el momento, lo
que se aprecia o se deduce es que, afortunadamente, no habrá
mayorías absolutas; lo más probable es que sea la unión de dos o
tres partidos lo que se imponga e, independientemente de quiénes
sean los elegidos, se responsabilicen del camino a elegir para situar
a España en mejores condiciones de las que se han conseguido hasta
ahora. Por otra parte, en medio de las promesas electorales de los
partidos que hemos ido conociendo a lo largo de la precampaña y lo
que nos queda hasta la cita del 20, la guerra yihadista se ha colado
con fuerza y por el momento, y no menos por intereses electoralistas,
nadie adelanta si iremos o no al campo de batalla como lo están
haciendo otros países europeos, además de Norteamérica. Las
razones, claras: el que decida acudir en ayuda de Francia, que ha
sido el primer atacado por estos radicales, pagará con la pérdida
masiva de votos estas elecciones. Ya ocurrió con la de Irak y de las
consecuencias saben más que nadie los populares, que perdieron la
cita electoral debido a la decisión del expresidente Aznar, de
aliarse con ingleses y norteamericanos en la búsqueda de las armas
de destrucción masiva que finalmente no aparecieron. Dicho esto, que
nadie crea que España se queda fuera definitivamente del conflicto
armado, sino que se aparca la decisión hasta después del 20 de
diciembre. Una vez elegido el Gobierno, que puede haber obtenido
mayoría absoluta o simple o conformado por varios, el tema guerra
volverá a ser debatido y será entonces cuando veremos en qué queda
exactamente. Un dato más: existe la promesa de que, en cualquier
caso, será sometida la decisión al parlamento para que sea éste
quien tome la iniciativa en nombre del país.
A
partir de ese momento la suerte estará echada y entonces sí que
seremos los ciudadanos los auténticos protagonistas de la decisión,
sobre todo si ésta acaba con nuestros soldados en el campo de
batalla. El hecho de estar unidos a Europa en todos los órdenes,
incluida la OTAN, tampoco nos deja mucho margen de maniobra: si se
está, se está con todas las consecuencias. Lo demás se conoce como
estar exclusivamente a las maduras, y esta posición no es aceptable
y desde luego insolidaria. Por lo tanto, situación muy complicada
para los que lleguen que deberán solventar en poco tiempo si antes,
¡ojalá!, no acaba el enfrentamiento y cada uno vuelve a su casa.
Postulados como estamos en el no a la guerra, que quede claro que el
momento crítico que vive Europa como conjunto, con veintiocho países
unidos por una causa común, debe ser superado por la totalidad, por
lo que las excepciones estamos convencidos de que deberán ser
justificadas desde todos los frentes.
En
nuestro caso, con unos elecciones generales convocadas para dentro de
tres semanas, tanto el partido que deja momentáneamente el gobierno
como el que lo puede recibir, que es posible que sea el mismo, tienen
una papeleta de envergadura si tenemos en cuenta que no siempre las
razones son entendidas por quienes las reciben. Lo deseable, ya lo
hemos dicho, es que la guerra iniciada acabe pronto y, si no con la
victoria de los aliados, al menos con la decisión permanente de
acabar con los actuales hostigamientos y perpetraciones de actos
terroristas como los sufridos por Francia, con ciento treinta
personas asesinadas.