La
campaña de la recogida de aceituna, a la que aún le falta el
empujón final para que todos los tajos se pongan en marcha, está
sirviendo, como siempre, para aliviar los malos momentos de miles de
personas, que encuentran en esta tarea una salida laboral momentánea
que le servirá para mantener el tipo hasta que las diferentes
campañas que se suceden cronológicamente, les vuelvan a contratar,
ya sea en las fiestas navideñas o en semana santa, ferias y saraos,
romerías, recogida de frutas, hostelería, vendimia, etc., es decir,
que, como todo el mundo sabe, la necesidad agudiza el ingenio y pocos
son los que dejan pasar la ocasión de trabajar por muy lejos que
esté la tarea a desarrollar. La
recogida de la aceituna, que nunca como en los últimos años es tan
esperada entre los desempleados por lo que representa con respecto a
sus mermadas posibilidades económicas, estamos convencidos de que
también este año servirá para que miles de personas en paro
encuentren un contrato temporal con el que mantenerse unas semanas
trabajando y obtener así dinero con el que, no tanto disfrutar de
estos días como guardarlo hasta que de nuevo les salga trabajo.
Serán
millones de jornales los que abonarán los propietarios de los
olivares de nuestra provincia, aunque tampoco faltarán, como todos
los años, los que luego hagan lo indecible para evitar esta
ineludible obligación, permitiendo a los beneficiados mejorar sus
posibilidades personales y familiares a todos los niveles. Nunca como
en los tiempos que corren, los jornaleros han guardado silencio sobre
las condiciones de trabajo o las exigencias propias de una entrega
siempre excesiva y de difícil realización; la necesidad supera
cualquier barrera y más aquellas que permitirán posteriormente
vivir con algo de holgura los meses venideros, al menos, como hemos
dicho, hasta la llegada de otra oportunidad laboral.
En
una provincia como la nuestra, con la práctica totalidad de nuestras
tierras dedicadas al monocultivo del olivar, la llegada de tiempos
como estos representan un oasis en una situación de desamparo que
cada vez cuesta más soportar, especialmente por parte de quienes
llevan años en las listas del paro y especialmente su edad
contribuye negativamente a que alguien les ofrezca un puesto de
trabajo. Por eso la recogida de la aceituna, que este ejercicio
presenta un tamaño por debajo de la media, aunque no en todas las
zonas de la provincia y dependiendo de si el olivar es de secano o de
regadío, pero que su calidad se ha confirmado como de las mejores de
los últimos años, tiene tanto valor entre nosotros, porque supone
la llegada de millones de jornales a manos de quienes llevan meses en
absoluta sequía laboral.
Naturalmente
que nuestro zumo de oliva tiene muchas más posibilidades
comerciales. Sólo hay que hacer cuentas sobre lo que ha supuesto la
comercialización directa del aceite por el propio productor o
cooperativa, que ha encontrado una salida digna para su fabricado en
mercados desconocidos hace unos años y que está erradicando la
tradicional costumbre de vender a granel. De ello se han aprovechado,
y lo siguen haciendo, aunque menos, mercados como el italiano y el
griego, que obtienen producciones bajísimas y lo que han hecho desde
siempre ha sido adquirir el nuestro en grandes cisternas,
embotellarlo bajo su denominación de origen y nombre, y ponerlo en
el mercado a precios de delicatessen.
Ahora
nos toca a nosotros, que para eso fabricamos un producto de primer
orden y cualidades organolépticas, además de infinitas bondades
para nuestra salud.