Nada
menos que veintitrés personas han muerto en los veintiún accidentes
de tráfico contabilizados en nuestras carreteras. Así, entre el día
4, viernes, que fue el inicio del control de Tráfico por el puente
de la Constitución y la Inmaculada, y las doce de la noche del día
8, este ha sido el resultado obtenido, confirmando la tendencia al
alza que viene registrando esta estadística a lo largo de casi todo
el año. De hecho, siete han sido las víctimas de más si las
comparamos con los mismos días del año pasado, que tuvo un día
festivo menos. De acuerdo con los datos de la Dirección General de
Tráfico, otras ocho personas resultaron heridas en los siniestros a
lo largo del puente, por lo que se contabilizan un total de
veintinueve personas fallecidas a lo largo de los ocho primeros días
de este mes de diciembre. Por cierto, cuatro de los muertos a lo
largo del puente eran motoristas.
En
cuanto a la jornada en la que los accidentes mortales contabilizados
fue mayor, el domingo acabó con ocho muertos y dos heridos en los
ocho accidentes registrados. Los datos del sábado tampoco fueron
mejores, ya que se registraron cinco accidentes, con cinco muertos y
tres heridos; el lunes, cuatro accidentes, con cinco muertos y un
herido; el martes, tres siniestros, con tres muertos y un herido, y
el viernes, justo cuando comenzó la operación salida, se produjo un
accidente en el que perecieron dos personas y un herido. Los quince
accidentes contabilizados sabemos que se produjeron en vía
convencional y seis en autopista o autovía. De los veintiún
accidentes, nueve fueron por salidas de vía, cinco colisiones, seis
atropellos y la caída de un ciclista. En el acumulado anual, hasta
el 8 de diciembre, los números son dramáticos, con mil sesenta y
seis fallecidos.
Así
las cosas, parece que la mejor respuesta para quienes tienen por
costumbre menospreciar al resto de conductores y no menos a los
controles de alcoholemia, velocidad, cinturón, teléfono y demás
prohibiciones incluidas en las Normas de circulación en vigor, no
debería de ser otra que son ellos precisamente los que ayudan de
forma directa a que el aumento de la accidentalidad sea un hecho
contrastable cuando buscamos referencias en los ejercicios pasados.
Que casi treinta personas hayan fallecido a lo largo de estos días
de descanso no se puede justificar de ninguna de las maneras, y los
que tienen por costumbre buscar justificación a tanto dolor, que
sepan que jamás entenderemos sus argumentos ni justificaremos su
actitud. Y más si sabemos que solo se trata de aceptar las
prohibiciones, porque cuando desmenuzamos uno a uno los accidentes
registrados comprobamos que, como decimos siempre, la mayoría se
pudieron evitar.
Naturalmente
que le podríamos buscar argumentaciones variadas para suavizar tanta
desgracia acumulada en solo cinco días, pero ni debemos ni queremos.
La realidad nos supera, ciertamente, pero ahora hay que afrontar las
consecuencias de tanto exceso, porque no se nos debe olvidar que
detrás de la noticia, detrás de los veintinueve fallecidos, han
quedado cientos de familias sin miembros directos. El dolor se
supera, cierto, porque la vida sigue, pero cuando se conocen las
circunstancias de la muerte, cuando se conocen los detalles que lo
rodearon, la extrañeza es la sensación más compartida, porque
nadie entiende cómo pudieron tomar decisiones tan peligrosas. Nadie.