miércoles, 16 de diciembre de 2015

QUE ACABE CUANTO ANTES

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Independientemente de quién o quiénes finalmente se alcen con la razón, ¿no podía evitarse el publicar las desavenencias o desencuentros que conocemos estos días entre la comunidad trinitaria y la cofradía de la patrona, en beneficio del debido respeto que las partes merecen y tratándose de un asunto en el que la Virgen de la Cabeza es invitada obligada? Por el momento, exceptuando los inevitables beligerantes insaciables que todo enfrentamiento genera a su alrededor, el resto de las personas que tienen en la Morenita y su patronazgo depositada su fe y su esperanza, observan el desarrollo de la crisis tan expectantes como estupefactos, incrédulos y convencidos de que las cosas no se están haciendo bien. Naturalmente, como de líderes va la cosa, los que andan a la espera de obtener tajada de un asunto que huele mal desde el principio, no dejan títere con cabeza y especulan sin control y sin conocimiento. De hecho, nosotros, que andamos justo en medio, tenemos que cuidar el mensaje no sea que alguien entienda, y les aseguro que no faltarán, que nos excedemos en nuestra interpretación y que mejor sería que no opináramos. Y quizá tengan razón, pero, ya ven, hemos caído en la tentación.

Una vez metidos todos en faena, cuando te ocupas de una de las partes enfrentadas, lo lógico es encontrar razones de las que obtener información válida por interesante y supuestamente sincera, que eso es algo que ni siquiera nos atrevemos a valorar porque nos limitaría los movimientos. Por la prisa que unos se están dando en compartir con la ciudadanía y la comunidad cristiana lo que aseguran que es su realidad y la raíz del problema, la otra parte intenta por todos los medios aproximar a los suyos a su interpretación de los acontecimientos. ¿Quién tiene razón? Pues este es el problema que el Obispado tiene planteado, que es quien debe controlarlo y de hecho el único autorizado para enjuiciar asuntos de la Iglesia. Por todo lo cual, no entrar en instituciones y dignidades eclesiásticas tan altas a intentar inmiscuirnos en sus argumentos y deducciones es la mejor decisión que se nos ocurre a nosotros, y más teniendo en cuenta el giro que estos últimos días está dando un asunto que se inició por causas totalmente distintas.

Observar con perspectiva, como ocurre en los toros, que desde donde mejor se ven es desde la barrera, nos permite huecos desde los que comprobar la interesada opacidad de algunas de las situaciones conocidas y, por contra, el interés que se tiene en que otras sean no solo visibles, sino deducibles. Así, pensar en la existencia de manos negras en las partes no parece descabellado, y más si sabemos que la cofradía y su proyección interna y externa acaba proporcionando un protagonismo que de otra forma no conseguirían los interesados ni de milagro. A todo esto, que quede claro que los de abajo están convencidos de las malas intenciones de los de arriba y viceversa, es decir, que la situación ha alcanzado un punto casi sin retorno del que no saldrán sin heridos de consideración, porque si algo conocemos bien es que, cuando los desencuentros alcanzan cotas de tanta trascendencia social, la solución no suele ser precisamente salomónica. Y que quede claro que nos gustaría equivocarnos.