Mientras
la actualidad nos devuelve a la realidad, al trabajo de cada día
después de dedicarle algo de tiempo del fin de semana a recorrer
FITUR, la relación con la política se mantiene en niveles realmente
imprevistos. Es evidente que el ofrecimiento hecho por Podemos, de un
gobierno compartido entre ellos y el PSOE, al que le regala, como un
favor que debe agradecer toda su vida el secretario general Pedro
Sánchez, la presidencia, ha descolocado incluso a los seguidores. Y
es que después de insistir una y mil veces que no apoyaría, jamás,
a los socialistas en un hipotético gobierno de coalición, y de ser
respondido por los socialistas de la misma manera y contundencia,
vemos que ahora donde dije digo, ahora digo Diego. Si recuerdan cómo
terminábamos nuestro comentario el pasado jueves, sabrán que les
decíamos que no debía extrañarnos cualquier coalición, incluidas
las más inverosímiles. Lo de Podemos y el PSOE, por ejemplo, no es
que la entendamos incongruente, pero sí las formas, porque aceptarán
ustedes que éstas también son importantes cuando de por medio está
nada menos que el futuro de todos los españoles.
Llegados
hasta aquí,, todo indica que
tendremos que seguir a la espera de que las aguas vuelvan a su cauce,
a que los hombres y las mujeres de los partidos políticos encuentren
por fin el punto de inflexión que permita la creación de un
gobierno fuerte y asegurado en el tiempo con capacidad para guiar
nuestros destinos y con fuerza para enfrentarse a los gravísimos
problemas que arrastramos desde hace años y a los que, por lo visto
y sufrido, no han sido capaces de hallar solución. Entre los
consejos más compartidos por los especialistas en política
nacional, el primero es que no les dediquemos mucho tiempo a saber
cómo van las cosas entre los representantes políticos para evitar
la inquietud propia que genera la incertidumbre. El segundo, que no
temamos tiempos peores, pero no porque sería imposible, sino porque
entre los partidos políticos es tal la cantidad de compromisos y de
presiones en los que se desenvuelven, que a nosotros, ciudadanos
normales, nos quedan muy lejos. Entendemos, eso sí y por tanto, que
somos meros e ingenuos colaboradores de sus caprichos y sus
intenciones, ya que nuestro voto acaba teniendo una enorme
importancia para consolidar sus planes, su idea de país o de ciudad.
Una
vez comprobada la incapacidad de algunos de nuestros representantes
más destacados para destruir todo lo que tenga relación con nuestro
bienestar, cómo se las toman con los niveles de libertad que
habíamos adquirido, cómo nos gravan cualquier decisión que tomemos
en relación con el consumo, confiar de nuevo en ellos tendremos que
aceptar que es una decisión cuando menos peligrosa. Por el momento,
lo que hemos podido comprobar es que su preocupación pasa por los
cargos que van a ostentar en un futuro gobierno, que cuando esto se
da en un partido recién llegado y procedente de las mareas humanas
generadas alrededor del 15M, la verdad es que extraña; tampoco
faltan los que quieren darle un significativo giro a las intenciones
de los ciudadanos, y tampoco echamos de menos a los que usan de
cualquier estrategia, incluso las que debían estar prohibidas por
ley, para socavar nuestra inteligencia. O sea, un espectáculo
bochornoso del que a estas alturas nadie sabe cuál será el final.