viernes, 15 de enero de 2016

MENOS ACCIDENTALIDAD A CAMBIO DE MEJORES CARRETERAS

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Lo de la estadística de los accidentes controlados a lo largo del año pasado seguirá dando vueltas mientras los responsables la necesiten para su conveniencia, especialmente de cara a la ciudadanía y más aún frente a sus superiores si quieren mantener sus respectivos puestos de trabajo. El hecho de que desde el Ministerio del Interior y desde la propia Dirección General de Tráfico se haya hecho uso de estos números para magnificar su papel y echarse todas las flores que les son posibles, confirma nuestra opinión sobre una realidad terrible e insoportable para una sociedad que se desangra diariamente debido a la accidentalidad que se registra en nuestras carreteras. Y si un descenso mínimo con respecto a las cifras del año pasado es suficiente para que ministro y directora lo aprovechen en su propio beneficio, ya me dirán ustedes cómo debemos valorar a quienes no muestran precisamente escrúpulos cuando tanto trabajo dejan sin hacer y sus decisiones tanto influyen en la accidentalidad.

Y es que congratularse de que las autovías y autopistas han vuelto a presentar menor accidentalidad a lo largo del año, que son por cierto responsabilidad directa del Estado, y destacar el aumento registrado en las vías secundarias, que están bajo el control de las autonomías, nos parece impresentable. Además, el que en el discurso no se anunciaran actuaciones directas sobre estas vías de comunicación, que no se admitiera que buena parte de la responsabilidad es gubernamental, naturalmente que influye en el ánimo general de los conductores y de la ciudadanía, que no acaba de entender ni las razones de los gobiernos autonómicos ni las del Estado. Al fin y a la postre, de lo que se trata es de poner en marcha una política de actuaciones priorizando las vías más precarias y atendiendo las demandas más justificadas que permita que en solo unos años se recuperaran para un mejor servicio y más seguridad. Si tanto gusta a nuestros políticos referirse a la red vial como algo fundamental para el acercamiento de los pueblos y la mejora de la economía de muchas poblaciones, ¿a qué esperan para plantearse seriamente intervenir en su recuperación?

Por supuesto que nosotros también nos alegramos de que la cifra final haya sido inferior en dieciocho personas, pero paralelamente debió presentarse un plan de trabajo compartido entre la Dirección General de Tráfico y el Ministerio de Fomento que permitiera o al menos facilitara que carreteras como la Nacional IV o A-4, que es la que mejor conocemos y sufrimos, recuperaran su mejor momento y permitieran a los usuarios discurrir por ellas con todas las ventajas que ahora han perdido, especialmente en el apartado asfalto, que brilla por su ausencia y que interviene directamente en el aumento de la peligrosidad en la totalidad de los kilómetros que recorre por nuestra provincia.

Si hemos sido capaces económicamente de construir aeropuertos fantasmas, de dotar a las grandes ciudades de vías de salida y aproximación en forma de autopistas de pago, de aumentar en sumas supermillonarias las vías del AVE, ¿por qué no se plantean de una vez plagar el país de obreros y maquinaria en cantidad suficiente como para que en dos o tres años podamos presumir de un equipamiento radial que sí que contribuiría a reducir la accidentalidad? La pregunta quizá no debiéramos plantearla siquiera, porque ya conocemos la respuesta, pero al menos nos queda el regusto de dejar constancia de nuestro desacuerdo con la actual política de carreteras, en caso de que exista, de nuestro país.