viernes, 29 de enero de 2016

SOLO ENTRE TODOS SERÁ POSIBLE

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El fallecimiento de tres jóvenes en dos accidentes de motocicleta registrados en Sanlúcar de Barrameda esta misma semana nos devuelve a la realidad y nos envuelve en un sincero sentimiento de pesar. El goteo de los accidentes de tráfico en los que las motos son protagonistas aparecen últimamente con una frecuencia preocupante y alguien, además de los protagonistas, debería plantear al máximo nivel la toma de decisiones que de alguna forma paliaran una situación que se está convirtiendo en normal, lo que en ningún caso se debe aceptar sin plantarle cara. Una vez más, por tanto, nos ocupamos de un tema de gran calado social que nos está sangrando y que no acabamos de controlar, es decir, que ni la parte que le corresponde a la autoridad competente ni al usuario de estos vehículos deciden soluciones que acaben de una vez con el problema.

En el momento en el que nos encontramos, con una crisis a la que ni siquiera intuimos si se acabara alguna vez, consecuencia por la cual el Estado ha dejado de mirar a las carreteras en busca de soluciones, debía imponerse el sentido común del motero o motorista (porque existe gran diferencia entre ambos y por esta razón debemos citarlos a los dos) si de verdad les importa la vida. Así, pocos entendemos el uso que algunos hacen de sus vehículos cuando de lo que se trata exclusivamente es de recorrer la distancia que separa el origen del viaje y el destino. ¿Existe de verdad justificación para que deba ser inexcusablemente rápido? ¿Es acaso exigencia ineludible desarrollar el viaje al límite? Si tenemos en cuenta el pésimo estado de las vías, independientemente de que sean autovías o carreteras secundarias, no sirve excusa cualquiera que pudiera justificar la urgencia si nos vamos jugando la vida. El Estado, que sabe muy bien que no está obligado a reparar la carretera y con que solo señalice el bache, el socavón, el corrimiento de la tierra o cualquier otro defecto, su responsabilidad queda cubierta, a lo más que ha llegado es a llenar las vías de señales verticales amarillas anunciando el peligro y a partir de ahí lo que te ocurra el culpa tuya y de nadie más.

Pues bien. Todo lo que les contamos se conoce, y muy bien por cierto, entre el colectivo de usuarios de vehículos a motor en general, que son los que de verdad sufren circulando por estos infernales caminos. Sin embargo, ¿por qué no aceptan la situación, aunque sea a regañadientes y voceando la injusticia a los cuatro vientos, reduciendo la velocidad de forma que, en caso de accidente, las consecuencias sean mínimas? ¿Acaso es que la moto no se puede conducir a baja velocidad y es obligatorio superar incluso la máxima exigida? Evidentemente, pocos se atreverán a rectificar lo que exponemos en nuestro comentario, y no lo harán porque son conscientes de que es así, de que la mayoría de los fallecidos en carretera lo fueron por exceso. Y no sirven las justificaciones, porque si fueron por derrapaje y la causante fue una vía con gravilla esparcida, se debió optar por reducir la velocidad; si fue el agua, lo mismo; si no usaba el casco, si la velocidad superaba el sentido común, etc., una gran mayoría pudieron evitarse. Y luego todo lo demás, porque no son pocas las quejas y denuncias que estos usuarios hacen, y con toda razón, sobre los peligros que se les vienen encima sin comérselo ni bebérselo, como los conductores que abren las puertas de sus coches sin mirar, o los que salen de los aparcamientos como si no existiera nadie en el mundo, o los que no respetan prioridad de paso y demás vicios ampliamente conocidos y compartidos.


Todos los que tenemos algo que ver con el tráfico también nos corresponde parte de responsabilidad con respecto a este colectivo, empezando por ellos. Desde luego, lo primero aceptar las condiciones impuestas en forma de Normas de Circulación y a partir de ahí lo que sea necesario. Todas y todos.