No
sabemos si intencionadamente o no, pero la realidad es que los
políticos españoles llevan meses asustándonos, o cuando menos
preocupándonos. Primero, porque la situación no es ni mucho menos
la idónea para mantener enfrentamientos del tipo que en estos
momentos se desarrollan entre ellos, con declaraciones
contradictorias a mil revoluciones por minuto y consideraciones que a
la ciudadanía les suena a chino. Naturalmente, sabemos que en muchos
de los casos se trata de posiciones propias para la galería y en
ningún caso viables. Pero están ahí, formando parte de la obra de
teatro que protagonizan y que, ya lo hemos dicho, inquietan
enormemente al ciudadano, que de ninguna de las maneras preveía que
el resultado de la votación del pasado 20 de diciembre tuviera el
final que actualmente sufrimos. Ansia de poder, un sillón permanente
en alguna de las televisiones de moda, incapacidad intelectual para
responder ordenadamente a la presión que reciben de dentro y fuera
de sus respectivos partidos, desconocimiento de la política de
acuerdos o pactos, desmedido interés por conseguir poder… ¡vayan
ustedes a saber, señores!
No
obstante, una cosa es que no comprendamos lo que ocurre y lo que
persiguen nuestros representantes, y otra bien diferente el futuro
que nos espera. Desde luego, interés por aclararnos las cosas no es
que tengan mucho quienes quieren gobernarnos, detalle que nos obliga
a quejarnos públicamente y a mostrar fundadas dudas sobre su
capacidad para enfrentarse al mayúsculo reto que llevan por delante,
y más cuando tienen la cara dura de hablarnos permanentemente de
transparencia. Lo que ocurre es que la impresión que recibe a diario
la ciudadanía no es precisamente la más adecuada para instante tan
trascendente, con enfrentamientos entre líderes, declaraciones de
impresentables recién llegados y de escasa preparación para
enfrentarse a sí mismos que avivan el recelo, cuando no el miedo.
También ocurre que partidos que han demostrado, a lo largo del
período de democracia que vive nuestro país, capacidad suficiente
para gobernarnos, se ven ahora envueltos en asuntos de corrupción de
los que por el momento no han sabido dar explicaciones convincentes,
detalle que no le ayuda precisamente en sus argumentaciones de cara a
la ciudadanía y menos aún ante los tribunales. El último caso fue
descubierto en Valencia, del que dimos la semana pasada suficiente y
abundante información, y creemos que no es necesario volverlo hacer.
Eso sí, es evidente que la denuncia les ha llegado en un momento
especialmente crítico para esta organización política, ya que en
este instante lo que se discute son los acuerdos entre partidos para
alcanzar la construcción de un gobierno de mayoría.
De
lo que no nos atrevemos a hablarles a ustedes es del papel que
debemos jugar nosotros. Y es que nos han demostrado en tantas
ocasiones la falta de respeto que les merecemos, la desgana con la
que desarrollan sus tareas para mejorarnos la vida, que no les vemos
capacitados para ello. Sin embargo, sí que mostramos lo que nos
gustaría, lo que entendemos desean los españoles mayoritariamente.
Así, que cierren urgentemente los pactos que sean necesarios para la
gobernanza del país, que entiendan que sus urgencias, como sus
necesidades, no serán nunca las nuestras… Finalmente, menos
arrogancia y más humildad, asumiendo que están donde están porque
la ciudadanía les ha votado. Recuerden: ser agradecidos es de bien
nacidos.