martes, 23 de febrero de 2016

A TRES CORRUPTOS DIARIOS

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Como depredadores insaciables, los hombres y las mujeres que hemos ido conociendo a lo largo de los últimos años ligados a la corrupción, no han hecho asco a ningún tipo de trabajo extra. Lo mismo han aparecido en la construcción o en el mantenimiento de los trenes; en los hospitales o en las guarderías, en los ayuntamientos o en los servicios de limpieza, con el agua potable de las ciudades o en la recogida de la basura y limpieza viaria, en los cementerios o en el alumbrado de las ciudades, en los campos de deportes o en la enseñanza… O sea, por resumir, que han estado presentes (y están) en la práctica totalidad de los organismos e instituciones en los que el dinero público es su sustento. Miles son los millones de euros que se han repartido entre ellas y ellos a lo largo del tiempo en el que supimos lo que significaba la corrupción, y todo a nuestro cargo, de los ciudadanos de bien, los que soportamos el aparato del Estado, los que asistimos atónitos y no menos cabreados a una situación insostenible. Y si la Justicia hubiera sido atendida como merece en los apartados de personal y equipamiento técnico desde hace años, seguro que otra sería la realidad de muchos de los juicios que actualmente se desarrollan, muchos más los detenidos (porque sepan que los especialistas en este tipo de información aseguran que por el momento solo se ha descubierto un veinte por ciento del total) y sentencias justas. Por eso se entiende que cada uno de nosotros nos hayamos convertido en circunstanciales jueces e incluso nos atrevamos a sentenciar a alguno de estos desalmados con penas más o menos justas, aunque sin ninguna duda reclamándoles lo que se han llevado. Algunos van más lejos y se atreven a exigirles no solo robado, sino la totalidad de su patrimonio, para que salgan a la calle sin posibilidades económicas ni recursos extraños. 

Sería la única forma de obligarles a conocer lo que en estos malos momentos viven muchos de los españoles que han sido estafados por ellos. Pero es solo un sueño. Son tales sus poderes, tal su conocimiento de las Administraciones y cómo llevárselo calentito, que mucho nos tememos que su suerte cambie de la noche a la mañana.Se entiende que la Administración de Justicia esté como está, desatendida en apartados tan importantes como el de personal y el equipamiento técnico que necesita para desarrollar sus miles de tareas en el tiempo que aconseja el sentido común. Eso de que se dicte sentencia hoy en un caso que se inició hace siete u ocho años atrás no hay quien lo entienda. No obstante, las razones cada vez las tenemos más claras, ya que los primeros interesados en que la situación de los juzgados de todo el país sea caótica, que se acumulen los expedientes en cualquier lugar libre que encuentren los funcionarios, que la falta de ordenadores y sistemas de gestión y archivo que padecen sea crónica, son precisamente algunos de los políticos que han defendido este Ministerio y el propio Gobierno, ya que, quizá a sabiendas de que no tardarían en pasar por ellos como imputados (ahora investigados), nada mejor que poner todas las trabas y dificultades posibles para su caso concreto. Recuerden, sin ir más lejos, el papel del señor Gallardón en su etapa de ministro de Justicia, cuando se le ocurrió que la mejor forma de parar la inmensa llegada diaria de expedientes a los juzgados era cobrar sustanciosas tasas por cualquier asunto. Los ERES de Andalucía, Urdangarin, la Infanta, Gürtel, la Púnica, Bárcenas, Pujol, Mato, Rato, Rajoy, Cospedal, Álvarez Cascos, Sepúlveda, López Viejo, Rita, Camps, Ignacio González, Granados, Aguirre, Aznar, Blesa, Cotino, Rus, Fabra, Costa, León de la Riva, Castellano, Monago, Victoria, Figar, Ruiz, Blasco, Matas, Ciscar, Artur Más, Olivas, De la Serna, el famoso "sé fuerte Luis", indemnizaciones en "diferido", confeti, jaguares, discos duros, sobres, comisiones, etc., son ciertamente algunos de los casos de corrupción más conocidos, pero si tenemos en cuenta que aparecen casi a diario tres o cuatro más que añadir a los conocidos, mucho nos tememos que pronto nos quedaremos sin sitio en las cárceles.