Pase
lo que pase con respecto a las reuniones que actualmente se
desarrollan entre Podemos, Ciudadanos y PSOE, además de partidos
residuales o escasamente representados en las instituciones, la
realidad es que viajamos con prisas por un tiempo nuevo, desconocido
para casi todos y de complicada resolución. Sin embargo, en el resto
del mundo, especialmente en Europa, lo de que sean varios los
partidos políticos los que conformen un gobierno que permanezca vivo
durante los cuatro años que dure la legislatura, está más que
implantado. Y los ciudadanos de esos países no solo lo tienen
asumido, sino que lo entienden y, de hecho, es una situación que se
mantiene a lo largo de los años. Entre nosotros no crean ustedes que
sería de otra forma si no fuera por el interés que muestran los
partidos en liza por cambiar las cosas a favor de ellos y sus
intereses. Naturalmente, se entienden sus respectivas posiciones
aunque no las compartamos, ya que lo que debía primar entre ellos
debía ser el interés por acabar con una situación complicada,
mantener el actual nivel democrático, que comienza a escasear, por
cierto, y obtener de estas conversaciones un gobierno de coalición
que permita poner en marcha lo pactado entre ellos. Y si nosotros lo
exigimos desde el convencimiento de la urgencia que tiene España
sobre las necesidades desatendidas que tanto demandan los ciudadanos,
en el caso de los protagonistas, es decir, los que están parados,
los que han dejado de percibir las ayudas a la dependencia, los que
pagan la sanidad a medias, los que han perdido libertades o los que
padecen las consecuencias de un mercado de trabajo por completo
precario, es evidente que está mucho más justificado. Estas y
estos tienen una visión claramente diferente de la situación y por
supuesto que más prisa que aquellos que disfrutan de un puesto de
trabajo, a los que la crisis no les ha afectado como al resto y, por
tanto, como no es su película, con no asistir al estreno evitan los
malos momentos.
Las
reuniones a las que nos referimos, como sabemos, tratan de conseguir
un consenso entre los partidos que han decidido participar en ellas
con el único objetivo de cerrar un pacto fuerte y duradero que
permita la ilusión de la ciudadanía en tanto que es ella la que
merece el esfuerzo que algunos de los partidos y sus respectivos
líderes están haciendo, que les podemos asegurar que no está
resultando fácil, pero son tiempos de generosidad política, de un
alto nivel de democracia y de dejarse de declaraciones invasoras que
pretenden frenar el trabajo, intenso y complicado, de quienes
conforman los equipos que estos días andan contra reloj para
alcanzar el deseado pacto que haga viable gobernar España en solo
unos días. Se entiende que cuando se ha estado al mando del país,
se ha dispuesto del poder absoluto, se han tomado decisiones de gran
calado que han frenado los niveles de libertad que teníamos, se ha
atacado con fuerza al mundo laboral, se ha permitido, presuntamente,
la corrupción más dura que hemos conocido y se ha mirado para otro
lado, lo normal es que necesites todo tu interés personal y el de tu
partido en parar lo que a estas alturas parece irremediable. Y más
cuando, si salen las exigencias de los partidos reunidos en busca de
lo mejor para el país, como ellos nos dicen, desaparecerán los
aforamientos y las prebendas que el poder les permitía hasta hoy
mismo sin necesidad de justificar sus decisiones a nadie.
Los
tiempos están cambiando casi en todo, pero especialmente en el mundo
de la política. Es quizás lo mejor del cambio político que ha
registrado España: que el bipartidismo ha dejado paso a la presencia
de más partidos, de más organizaciones que han llegado con ganas de
renovar lo que se había anquilosado y presentaba grietas que
anunciaban, desde lejos, su inminente caída.