La
situación política en España, aunque aparentemente nos transmiten
calma y normalidad desde la camada política, supone un gravísimo
problema del que estamos convencidos no saldremos indemnes. Entre
otros defectos de forma que percibimos, de los que también nos
escamotean la realidad, el vacío de poder en el que nos encontramos
es evidente que no beneficia a nadie, y menos a la ciudadanía, que
asiste atónita y preocupada al desarrollo de una situación que
debió preverse con tiempo y recomponer las leyes con el objetivo de
evitar las nefastas consecuencias que acabarán generándose luego de
la crisis que está causando la ausencia de gobierno. Es cierto que
la apariencia parece todo lo contrario: nada de vacío de poder, nada
de problemas para que a la sociedad le llegue el dinero que le
corresponde, nada de decisiones a la ligera, nada de alteraciones del
orden… En definitiva, que nadie se preocupe por el inmediato
futuro, porque la maquinaria del Estado funciona a la perfección. No
obstante, en la calle se percibe todo lo contrario. Partiendo del
hecho de la falta de credibilidad que parte de la clase política
representa de sí misma y que hasta ahora no ha sido capaz de nada
que no sea transmitirnos preocupaciones varias, intentar convencernos
de que la situación responde a la normalidad más absoluta no es tan
sencillo. Y más cuando comprobamos por nosotros mismos que la
situación parece decidida o abocada a nuevas elecciones, que es lo
mismo que decir que nuevos gastos; que el objetivo prioritario,
cuando no intencionado, de algunos líderes políticos es
precisamente ese, es decir, nueva cita electoral de la que obtener
mejores resultados que en la anterior… Mientras, ¿ustedes perciben
preocupación por cómo nos va a nosotros?
Nuestro
país necesita tal cantidad de imaginación para que al menos tenga
la oportunidad de recuperarse de anteriores etapas, que personalmente
no entendemos el parón en el que nos hallamos, y más cuando el
apartado economía sigue siendo el principal problema de los
españoles. Y es que, aunque lo vienen adornando con todo tipo de
mentiras, la realidad es que en el paro siguen millones de españoles,
muchos de los cuales esperan desde hace años la suerte de ocuparse
en una disciplina que le permita, a él y a su familia, desenvolverse
socialmente con algo de ventaja. Objetivamente, quien al final
consiga formar gobierno, además de acabar y erradicar la corrupción
desde el primer momento, citando las leyes que convengan,
paralelamente debe iniciar, con sello de absoluta y justificada
urgencia, sacar del pozo sin fondo en el que se encuentran millones
de conciudadanos que de ninguna de las maneras han sido los
responsables de una crisis que los ha apartado del mercado laboral y
de la que alguien deberá dar cuenta ante el ciudadano. Por todo
esto, insistir en que el momento en el que nos encontramos no es
precisamente el idóneo para espectáculos tan bochornosos como los
que protagonizan algunos de nuestros representantes más
significados, no debe ser entendido como denuncia y sí como
exigencia a la que deben acudir como si de apagar un voraz incendio
se tratara. Es más, la cosa va sencillamente de que cumplan con sus
obligaciones, de que hagan realidad sus propias promesas electorales
y de que se muestren de una vez humanos, con los pies en el suelo y
dispuestos a devolver a sus votantes el impagable bien que recibieron
el pasado día 20 de diciembre. Y si no son capaces de realizar estas
exigencias en tiempo y forma, que se vayan… y cuanto antes, porque
estorban.