lunes, 22 de febrero de 2016

SITUACIÓN INJUSTA E INQUIETANTE

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La situación política en España, aunque aparentemente nos transmiten calma y normalidad desde la camada política, supone un gravísimo problema del que estamos convencidos no saldremos indemnes. Entre otros defectos de forma que percibimos, de los que también nos escamotean la realidad, el vacío de poder en el que nos encontramos es evidente que no beneficia a nadie, y menos a la ciudadanía, que asiste atónita y preocupada al desarrollo de una situación que debió preverse con tiempo y recomponer las leyes con el objetivo de evitar las nefastas consecuencias que acabarán generándose luego de la crisis que está causando la ausencia de gobierno. Es cierto que la apariencia parece todo lo contrario: nada de vacío de poder, nada de problemas para que a la sociedad le llegue el dinero que le corresponde, nada de decisiones a la ligera, nada de alteraciones del orden… En definitiva, que nadie se preocupe por el inmediato futuro, porque la maquinaria del Estado funciona a la perfección. No obstante, en la calle se percibe todo lo contrario. Partiendo del hecho de la falta de credibilidad que parte de la clase política representa de sí misma y que hasta ahora no ha sido capaz de nada que no sea transmitirnos preocupaciones varias, intentar convencernos de que la situación responde a la normalidad más absoluta no es tan sencillo. Y más cuando comprobamos por nosotros mismos que la situación parece decidida o abocada a nuevas elecciones, que es lo mismo que decir que nuevos gastos; que el objetivo prioritario, cuando no intencionado, de algunos líderes políticos es precisamente ese, es decir, nueva cita electoral de la que obtener mejores resultados que en la anterior… Mientras, ¿ustedes perciben preocupación por cómo nos va a nosotros?

Nuestro país necesita tal cantidad de imaginación para que al menos tenga la oportunidad de recuperarse de anteriores etapas, que personalmente no entendemos el parón en el que nos hallamos, y más cuando el apartado economía sigue siendo el principal problema de los españoles. Y es que, aunque lo vienen adornando con todo tipo de mentiras, la realidad es que en el paro siguen millones de españoles, muchos de los cuales esperan desde hace años la suerte de ocuparse en una disciplina que le permita, a él y a su familia, desenvolverse socialmente con algo de ventaja. Objetivamente, quien al final consiga formar gobierno, además de acabar y erradicar la corrupción desde el primer momento, citando las leyes que convengan, paralelamente debe iniciar, con sello de absoluta y justificada urgencia, sacar del pozo sin fondo en el que se encuentran millones de conciudadanos que de ninguna de las maneras han sido los responsables de una crisis que los ha apartado del mercado laboral y de la que alguien deberá dar cuenta ante el ciudadano. Por todo esto, insistir en que el momento en el que nos encontramos no es precisamente el idóneo para espectáculos tan bochornosos como los que protagonizan algunos de nuestros representantes más significados, no debe ser entendido como denuncia y sí como exigencia a la que deben acudir como si de apagar un voraz incendio se tratara. Es más, la cosa va sencillamente de que cumplan con sus obligaciones, de que hagan realidad sus propias promesas electorales y de que se muestren de una vez humanos, con los pies en el suelo y dispuestos a devolver a sus votantes el impagable bien que recibieron el pasado día 20 de diciembre. Y si no son capaces de realizar estas exigencias en tiempo y forma, que se vayan… y cuanto antes, porque estorban.