jueves, 18 de febrero de 2016

ADIÓS A LOS DE QUINIENTOS

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Al principio, todo hacía indicar que la cosa iba de globo sonda. Sin embargo, conforme han ido pasando los días, lo de la desaparición de los billetes de quinientos euros ha ido tomando fuerza y parece que no tardará el Banco Central europeo en tomar la decisión, porque los Gobiernos han dicho sí a un planteamiento, por otra parte, que viene a ser la mejor fórmula de control que se ha encontrado de estos billetes. En caso de acabar siendo retirados de la circulación, los únicos con algo de entidad económica que nos quedarían serían los de cien y doscientos euros, otros casi desconocidos que solemos ver de vez en cuando y que son calificados como propiedad de los menos pobres, aunque en ningún caso como los de quinientos. De hecho, entre nosotros, pocos habrán sido los que tuvieron en la mano alguno de estos “binladen”, y, de haber sido así, seguro que solo por unos momentos, porque no son de esos billetes que se pueden acumular o guardar para tiempos peores.

La idea o la intención está más que justificada si tenemos en cuenta que la mayoría de los billetes de quinientos en circulación están como perdidos, es decir, que no corren por los comercios ni los mercados. Solo han aparecido, eso sí, en las habituales redadas organizadas por los Cuerpos de Seguridad de los Estados y entre la gentuza que comercia con droga o se dedica al robo organizado, y no digamos nada entre los corruptos, que han acumulado millones y millones de euros a cambio de mordidas o comisiones autorizando obras ilegales o recalificando terrenos, en lo que son especialistas de primera. Lo hemos visto en las fotos de la prensa o en las imágenes televisivas de los telediarios, cuando ha irrumpido la policía en los domicilios de estos delincuentes y se han dado en las narices con miles de euros en cualquier armario o cajón de la cómoda. Lo que para nosotros son cifras inalcanzables, para estos desalmados solo es calderilla, o gastos para el día a día, como hemos tenido oportunidad de escuchar a alguno de ellos cuando han querido justificar la aparición de doscientos o trescientos mil euros en sus domiclios. Dicho esto, a nosotros poco nos interesa la desaparición de los billetes morados, esos que hemos visto alguna vez formando parte de una acción propagandística y que, sabiendo incluso que eran solo fotocopias, el corazón nos daba un salto incontrolado que nos agrandaba los ojos y la sonrisa. El amor a lo desconocido, unido en este caso a las posibilidades económicas que debe proporcionar un billete de quinientos euros, estamos convencidos de que ha sido determinante para que la fama que corre paralelamente a estos billetes se haya desproporcionado como lo ha hecho.

Desde luego, nos importa y mucho la propuesta de erradicarlos de la oferta del dinero común existente en Europa, y más cuando conocemos para qué ha estado sirviendo a lo largo de estos años y en manos de quiénes ha estado mayoritariamente. Quizá debía ampliarse la intencionalidad de los gobernantes e implantar un plazo de tiempo para que estos billetes puedan ser canjeados antes de anularlos. Entonces sería cuando de verdad aflorarían los millones que andan guardados en sótanos y cuentas bancarias en paraísos fiscales para que no les dé la luz, no sea que se estropeen. Eso sí que sería de verdad una reforma fiscal y no lo que hemos visto hasta ahora, que solo ha servido para que unos cuantos ladrones se beneficien descaradamente de las ventajas que les facilitan los Gobiernos.