Una
ciudad, y la nuestra lo es por densidad demográfica, historia y
posibilidades reales de encabezar cualquier idea que necesite del
apoyo generalizado de sus moradores, no es otra cosa que el lugar en
el que residimos, en donde está nuestra familia y amigos, los
rincones que nos gustan visitar y compartir, en donde siempre
encontramos el calor que necesitamos como seres humanos y en donde
mejor nos podemos expresar cuando de ser nosotros mismos se trata.
También es el punto de encuentro al que todos volvemos. Dará igual
donde estemos, donde tengamos el trabajo o el ocio, porque la
referencia anímica, la que nos atrae sin remisión, es nuestro
pueblo. Y de todo esto Andújar tiene para dar y tomar, que para eso
ha amasado a lo largo de los siglos sus tradiciones más arraigadas.
Y más aún, porque su capacidad de entrega y de compartir lo que es
suyo ha traspasado fronteras, y un buen ejemplo de ello son nuestras
traiciones, nuestro paisaje, nuestros fogones y nuestro incomparable
parque natural.
Lo
que ocurre es que, además de todo esto, es fundamental que le
añadamos lo que nosotros entendemos como imprescindible para
mantener lo hasta ahora construido, es decir, que si entre todos nos
ponemos de acuerdo en continuar el legado de nuestros antepasados, si
de verdad compartimos mayoritariamente lo ejecutado y pretendemos
consolidarlo, o nos dedicamos a ello en cuerpo y alma o no llegaremos
muy lejos. El trabajo desarrollado por los diferentes gobiernos
municipales, especialmente los últimos, los vividos en democracia,
que para eso han contado con las asociaciones vecinales a la hora de
replantear la ciudad, demandan de todos y todas respeto y decisión
para al menos no echarlos abajo. Sepan que, cuando una ciudad se
quiere a sí misma, cuando está convencida de que su aspecto es
básico para la buena imagen de su conjunto, la aportación de sus
vecinos y vecinas acaba siendo determinante. De ahí que su
participación en la totalidad de las decisiones que tomen en nuestro
nombre sus representantes políticos deba ser total, participando y
disponiendo las estrategias que sean necesarias para conseguir la
implicación de quienes suelen andar reacios a participar en su
propio bienestar.
Cuando
no se es capaz de la unanimidad, si de lo que se trata es que el
trabajo lo hagan siempre los otros y nosotros nos quedemos a verlas
venir, de aprovechar las sinergias positivas que devienen de la
entrega de los de siempre, difícil será alcanzar los logros
propuestos. De nada o poco servirán las campañas de las
defecaciones de los animales en general en nuestras calles, del
horario obligatorio en el que depositar las basuras en los
contenedores o a su alrededor, del excesivo ruido que generamos sin
causa justificada o de cómo tratamos lo que es de todos,
concretamente el mobiliario y equipamiento urbanos.
La
ciudad no es solo un bien común que debemos y podemos mantener entre
todos, sino el objetivo prioritario de las gentes de bien. Exigir a
cambio de no dar es lo habitual. Sin embargo, lo que Andújar
necesita es una ciudadanía implicada en su mejora y cuidado. Solo a
partir de ahí podremos exigir la misma coherencia a quienes están
obligados a atender nuestras justificadas demandas.