Como
nada se consigue sin esfuerzo, tendremos que deducir que construir
una ciudad más habitable, más humanizada que la actual necesitará
de los grandes esfuerzos de todos, porque depositar responsabilidad
tan enorme solo en la clase política nos parece un descarado abuso y
un absurdo objetivo por imposible. Necesitamos, eso sí, cargarnos de
razones y no menos de conocimientos para interpretar lo que de verdad
necesitamos, olvidándonos de caprichos personales y actuando desde
la solidaridad más sincera. Naturalmente, a la clase política, al
Pleno del Ayuntamiento concretamente, reclamarle atención a los
planteamientos ciudadanos. Hemos estado tan alejados de la ciudad que
queremos, que ahora, cuando se nos pide opinión, cuando se nos da la
oportunidad de participar en algo tan elemental y no menos necesario
como la circulación rodada por nuestras calles, o dónde un
aparcamiento o dónde un jardín para la diversión y el disfrute de
los más pequeños, nos viene como largo, como si lo que en realidad
quisieran los encuestadores es mostrarnos falsas expectativas de un
futuro mejor.
En
nuestro caso, al menos que sepamos y por ahora, en escasas ocasiones
se nos ha pedido opinión. Sí es verdad que los primeros en
participar en el sí o el no de una única dirección para la Lope de
Vega han sido los vecinos de esta vía, que siguen el proyecto y su
progreso conforme éste cumple plazos. Por el momento, como sabemos,
la fecha del inicio de las obras que remodelarán la calle está
decidida y solo falta que llegue el día en el que obreros y máquinas
se encarguen de ponerla patas arriba y acabar con un problema que
viene de muy lejos y que, al menos hasta que el nuevo gobierno
municipal se hizo con la responsabilidad de la gestión de la ciudad,
la vecindad no fue tenida en cuenta. Este asunto, del que podemos
obtener varias lecturas positivas, confirma sobre todo la intención
de los nuevos gestores de llegar cuanto más lejos mejor en su afán
de compartir con los ciudadanos buena parte de sus decisiones,
especialmente aquellas en las que ellas y ellos están involucrados
incluso sin querer.
Una
ciudad que quiera mejorar especialmente en su relación con sus
ciudadanos, está obligada a conocer sus necesidades y compartirlas
con quienes tienen la oportunidad y no menos la responsabilidad de
desarrollar los planes o las quejas que les lleguen de parte de
quienes de verdad saben de contratiempos y necesidades, porque
recordemos que una ciudad equipada, saludable y fácil de recorrerla
a pie necesita una vecindad comprometida. Y si alguien deduce que la
nuestra es una de ellas, mejor sería que aceptara que lo que de
verdad tenemos son posibilidades y mucho trabajo por delante. Por el
momento, si consiguiéramos apoyo mayoritario a las decisiones que
están por venir, medio camino habíamos resuelto a las primeras de
cambio. Sin ir más lejos, ¿cómo aceptarán los propietarios de
mascotas el que el Ayuntamiento haya decidido poner fin al abuso que
algunos hacemos, permitiendo que las defecaciones de nuestros
animales queden sin recoger en plena calle? No sabemos si los
protagonistas lo recibirán con interés o todo lo contrario, pero sí
que estamos en disposición de aplaudir la decisión los que sí
recogemos sus deposiciones o simplemente no son dueños de ningún
tipo de animal doméstico que necesite la calle para hacer sus
necesidades.
En
ese sencillo “a mí sí o a mí no” reside parte de una buena
convivencia, en aceptar que lo que nos debe importar es el bien
común. Y sancionar a las personas que no atienden a
responsabilidades ciudadanas, se lo aseguramos, es algo que complace
y mucho a quienes sí responden cívicamente.