Las
campañas sobre el horario oficial para depositar la basura en los
contenedores y la que denuncia la masiva defecación de los perros en
plena calle cuando no es recogida por sus propietarios, parece que
está dando sus frutos. Las primeras denuncias se están produciendo
y la respuesta masiva de quienes han venido haciendo caso omiso de
esta obligación ciudadana es manifiesta y esperanzadora. La razón
de las campañas está basada en la necesidad de recapacitar sobre
qué comportamiento aplicamos a las obligaciones que tenemos
contraídas con nuestra ciudad por el mero hecho de vivir aquí. No
se entiende que cada uno de nosotros utilice el horario que mejor le
venga para acercarse al contenedor más próximo y dejar la bolsa. Y
lo mismo ocurre con el tema perritos y sus cacas, sobre las que
parece que sus dueños no tienen responsabilidad alguna y ni se
preocupan de retirarlas. Sin embargo, en ambos casos se trata de tema
sanitario, ya que las dos acciones conllevan una inevitable carga de
peligro. En la basura, porque se trata de restos de alimentos que
muchos de ellos habrán perdido la cadena del frío o la fecha de
caducidad y pasan directamente a ser causantes de posibles
enfermedades. Si se trata de los perros, estamos en las mismas,
porque en caso de un animal enfermo, que seguro no faltan entre los
censados en nuestra ciudad, es precisamente en sus excrementos donde
queda constancia de la posible enfermedad que porte. Sin embargo,
tampoco es necesario que pueda transmitir algún mal, porque la
mayoría de las veces lo que más molesta es cuando la pisamos y la
transportamos allá donde nos dirijamos, con el malestar que
representa marchar acompañado de tan mal olor y con los zapatos
manchados. Peor aún es cuando se trata de menores, de escolares, que
entran y salen del centro educativo con los zapatos pringados de la
caca del perro en cuestión repartiendo todo tipo de elementos
nocivos. ¿Y todo por qué?: sencillamente porque a sus dueños no
les da la real de la gana retirarla de la calle y depositarla en la
primera papelera o contenedor que tengan a mano.
Volviendo
a la basura, uno de los hechos que más destaca de entre el mal uso
que solemos hacer de los contenedores, lo observamos cuando próximo
a alguno de ellos comprobamos la existencia de un comercio capaz de
generar mucha basura, que, ante el hecho de que les estorba en el
interior de sus locales, deciden que lo mejor es llevarla al depósito
que tienen cerca. Pues dicho y hecho. Resultado de esta decisión,
que desde primeras horas de la mañana comprobamos cómo el receptor
de basura se encuentra repleto por dentro y fuera. Y como queda así
a lo largo de todo el día, la imagen que ofrecemos de ciudad sucia y
despreocupada por su aspecto es una realidad que molesta y entorpece
las justas necesidades de mejorarla en todos los órdenes. Una ciudad
como la nuestra, receptora de cientos de personas diariamente por ser
cabecera de comarca, que necesita recuperar su no tan lejano pasado
de ciudad de servicios y en donde realizar todo tipo de compras, que
presume legítimamente de un comercio de primera y de toda clase de
ofertas comerciales, no puede dejar pasar más tiempo mostrando su
peor cara. Y es que muchos de nosotros obviamos nuestras obligaciones
mientras los comerciantes y no pocos vecinos exigen la intervención
municipal para que acabe la tolerancia infinita que parece existir
entre nosotros en aspectos tan fundamentales como lo de la basura y
las defecaciones de los perros.
Particularmente
nos alegramos de la decisión municipal y deseamos que sea apoyada
masivamente por parte de quienes se vean reflejados en alguna de las
dos. Se debería actuar también en el tema de la suciedad en
nuestras calles, que solo exigiría algo más de implicación por
parte de quienes tienen la fea costumbre de tirarlo todo al suelo,
pero suponemos que se estará trabajando en ello y no tardaremos en
conocer la actitud municipal para solventar otra deficiencia de
calado que compartimos mayoritariamente.