La
Dirección General de Tráfico, activa como el organismo que
representa, ha decidido intervenir en un asunto que trae cola desde
que se conoció y que tiene mucho que ver con los aparcamientos que
hacemos los usuarios con nuestros coches, sobre todo en las ciudades.
Esta no es otra que la incorporación de una instrucción según la
cual regula el uso de los sistemas de ayuda al estacionamiento que,
como conocen, cada vez montan más vehículos formando parte
inseparable del primer equipo del coche. En realidad, si no fuera
porque en estos momentos valora si los modelos que disfrutan de esta
tecnología podían evitar que sus conductores se examinaran de
aparcar en el obligatorio examen práctico que deben realizar para
conseguir el permiso de conducir, no tendría razón de ser que
Tráfico incorporara a sus controles este sistema. Primero fue un
globo sonda y por el momento parece que no le ha salido como
esperaba, y todo indica que ha reculado a favor de mantener las cosas
como están. Los primeros en reaccionar, lógicamente, los profesores
de autoescuela, que han puesto todo tipo de alegaciones, unas más
razonadas que otras, pero todas basadas en el hecho de que el sistema
puede fallar en cualquier momento y el conductor se vea limitado en
sus pretensiones de dejar el coche convenientemente aparcado. Que es
un sofisticado sistema y un adelanto de excepcional comodidad y
seguridad para muchos usuarios, nadie lo cuestiona, aunque de ahí a
que se elimine de la prueba práctica el aparcamiento nos parece un
poco precipitado. De hecho, visto así, las autoescuelas deberían
dotarse de modelos con estas características y el alumno aprobado,
por lo mismo, estaría obligado a adquirir un automóvil con estas
mismas posibilidades.
Nosotros
entendemos que Tráfico no debería intervenir en operaciones del
tipo del aparcamiento y sí en otras que estamos convencidos
facilitarían a los nuevos conductores un acceso más seguro al
tráfico diario. Para ello es fundamental que se les dé el
protagonismo que merecen los profesiones de autoescuela, cargados de
experiencia como están y con ganas de extender su formación allí
donde se entienda que debe plantearse el tráfico, si no como
asignatura sí como parte fundamental de la preparación de los miles
de menores que andan con el sueño de conducir su moto en cuanto
tengan oportunidad para ello. Por lo tanto, llevar el tráfico o la
circulación a las aulas y compartirla con quienes serán futuros
usuarios debía ser un reto que la Dirección General de Tráfico
debía promover cuanto antes, evitando que solo se convoque una
semana o un mes a lo largo del año y formando parte de las
habituales campañas que organiza.
Conseguir
la implicación de los centros escolares y los ayuntamientos a favor
de unos jóvenes más concienciados y conocedores de lo que en
realidad es la circulación viaria en las ciudades, seguro que
evitaría parte de los accidentes y sus funestas consecuencias. Por
el momento, el aumento de la accidentalidad entre los usuarios de las
motos es un hecho contrastado; la necesidad de una mejor aproximación
a la motocicleta por parte de quienes en poco tiempo serán usuarios
nos parece, al contrario que el asunto del aparcamiento, una
justificada obligación.