A
nosotros nos parece que todo lo que demande de la autoridad
competente el anuncio de sancionar lo que no se ajuste a las normas,
representa un fracaso del sistema, que debía sustentarse, sobre
todo, en la educación cívica de la ciudadanía y evitar así que la
convivencia salte por los aires. Lo solemos usar cuando vemos que, de
no encontrarnos con un policía local controlando la salida del
alumnado en los centros escolares, la situación sería realmente
peligrosa. Lo lógico debía ser que los usuarios de vehículos no
necesitáramos de control policial alguno porque su simple
concienciación sería más que suficiente. Pero en realidad no es
así. Y algo parecido ocurre con un asunto también ampliamente
compartido y que no es otro que el camino viejo o de herradura hacia
el santuario de la patrona. A decir de muchos de ustedes, al menos en
una gran mayoría, los arreglos a los que lo han sometido han sido
cuidados, poco invasores y respetuosos con el entorno. Sin embargo,
las quejas son las mismas de siempre: la basura que depositamos en el
ir y venir que hacemos las miles de personas que usamos este viejo
camino para desplazarnos hasta los pies de la Virgen de la Cabeza.
Por
el momento, y mucho nos tememos que la solución exige algo más que
palabras, solo la actitud de una mayoría muy efectiva por el ejemplo
que proporciona a quienes caminan con ellos y ellas, es quien asume
el reto de cuidar el medio y de evitar que lo que nos sobra
sencillamente lo dejemos en el camino, en cualquier sitio, sin
importarnos el mal que hacemos a quien, por otra parte, lo único que
hace es recibirnos, darnos cobijo y paz a lo largo y ancho del paseo,
además de proporcionarnos una de las sensaciones más hermosas que
podemos disfrutar, como es el hermosísimo paisaje que podemos
observar en la totalidad de su recorrido. Por todo esto, desde luego
sencillo no es entender a quienes se comportan de manera que a sus
espaldas queda un reguero de desperdicios, suciedad y restos de
infinidad de elementos perniciosos para la naturaleza. Además de
demostrar una falta preocupante de educación, activa mecanismos
peligrosos para la zona que pueden ser causantes de grandes
desgracias, como incendios, accidentes de otros caminantes, aparición
de los animales que buscan alimentos…
Entre
quienes se erigen en denunciantes ocasionales de este tipo de
comportamientos, especialmente con la llegada de la primavera, no
faltan los que acusan directamente a colectivos concretos,
responsabilizándoles de una actitud poco constructiva por
irrespetuosa e incívica. No obstante, y mientras tanto, la
degradación del medio ambiente es manifiesta y, a decir de los
entendidos, todo indica que no tardará en pasarnos factura, y lo que
hoy es un vergel, mañana dejará de aportar no solo tan enorme y
extraordinario entorno, sino la pérdida de los beneficios que para
la salud nos brinda gratuitamente. Dará igual que hagamos el camino
a pie, en bicicleta, a caballo o cualquier otro sistema, porque lo
que debe nos debe importar es que la presión que ejerzamos a la
totalidad del camino sea la menos posible, que lo recorramos sin
dañarlo, sin ensuciarlo y siendo coherentes con algo tan elemental
como es el hecho de que nosotros, en el campo, somos unos simples
invitados y que, como tales, debemos comportarnos mientras
desarrollemos la visita. Todo lo que no se ajuste a los términos
habituales de comportamiento de las personas a las que invitamos a
casa, es inaceptable. Y el campo, la naturaleza, el camino viejo y
sus alrededores, la sierra en general, es la gran casa de todas y de
todos. Y, como buenos y educados invitados, debemos respetarla.