martes, 29 de marzo de 2016

NOS HA DEJADO CARLOS DEL VAL

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Carlos del Val fallecía ayer en su domicilio. Había cumplido los ochenta y dos años, y su aspecto, aunque claramente influenciado por la edad, no anunciaba el fatal desenlace. Con él se ha ido una parte importante de nuestra particular historia, porque Andújar fue el refugio de su familia desde los años sesenta. Aquí llegó con el olor a gasolina y con él se ha ido, como le ocurrió a su hermano Demetrio, al que seguimos recordando con la misma pasión y cariño que lo haremos con Carlos. Nosotros sabíamos de ellos por sus proezas subidos sobre una moto de competición o de paseo, que para todo tenían tiempo y de todo se aprovechaban para divertirse y generar riqueza. Gracias a ellos hasta aquí vinieron personajes de gran relevancia nacional e internacional atraídos por su amistad y con la ciudad y su sierra como referencia ineludible. Carlos fue mucho más valiente cuando de salir en busca de aventuras se trataba, quizá porque la mayor parte de su vida la pasó solo o al menos sin familia a la que atender. De ahí que durante algunos años estuviera ligado a Pegaso en la consecución de camiones de prestigio para el mercado de este segmento, apoyando a la empresa española allá donde fuera necesario, como fue el caso de su presencia en varias de las pruebas del París-Dakar en primera línea y representándola con éxito en todas ellas. Fue una etapa que vivió con una intensidad descontrolada, en la que no conoció casi el descanso y en la que se implicó por completo. Fue en Andújar en donde, como en otras ciudades, se le reconoció esta entrega y en donde se le rindió un sencillo y sincero homenaje por su trayectoria en el París-Dakar junto a Pegaso. Y lo recuerdo bien porque, de la mano de uno de sus mejores amigos, Pablo Cañones, y en la discoteca Don Pedro que éste dirigía, hasta aquí trajo a la plana mayor de la marca española y hasta las mismas puertas de la discoteca fueron ocupadas por uno de los vehículos con los que realizó algunas carreras de la emblemática prueba automovilística que entonces recorría África. A mí me cupo el honor de presentar la gala y la recuerdo como un acto entrañable en la que tuvimos la oportunidad de conocer un poco más a un personaje que, por entonces y entre nosotros, aún no había sido valorado como en realidad merecía.

Como él mismo decía entre sus amigos, era un sencillo, junto a su hermano Demetrio, ingeniero automovilístico sin título. Eso sí, su capacidad de trabajo unida a sus conocimientos sobre la fabricación de automóviles, le hicieron tocar el cielo en más de una ocasión. Sus réplicas de modelos emblemáticos de marcas mundialmente conocidas fueron, y aún lo son, valoradas con las mejores calificaciones de los propios fabricantes. Y lo mismo ocurría con la recuperación de los primeros modelos de Ford o Mercedes, en los que era especialista y en los que se implicaba de forma que no conocía el descanso. Naturalmente, semejante entrega en ningún caso encontraba vacíos en los que echar de menos la amistad de alguien, porque nunca le dejaron solo. Ha tenido todos los amigos que ha querido, aunque tengamos que admitir que a su alrededor han aparecido más de los íntimos conocidos, pero esto es algo que ocurre con demasiada frecuencia y siempre ligados a personajes que por sí mismos aportan brillo a quienes se ponen circunstancialmente a su lado.


Su gran sueño, de que Andújar albergara, después de la muerte de su hermano y la suya, su museo de coches antiguos o de época que poseían y que al final no pudo ser. Y mira que puso interés y desprendimiento. La incultura de algunos políticos y la desidia con la que actuaron por entonces no permitió consolidar lo que se inició con muchas ganas y quizá excesiva parafernalia. La falta de rigor en el cumplimiento de lo firmado, la incultura que mostraban cuando de proyectar este gran tesoro se trataba, anunciaba que desgraciadamente el sueño no se llegaría a realizar. Y así fue. Ahora escucharemos de todo y, más aún, saldrán íntimos amigos hasta de debajo de las piedras. Pero que nadie se extrañe: suele ser normal entre los grandes hombres lo de vivir en soledad aunque miles eran sus amistades.