Carlos
del Val fallecía ayer en su domicilio. Había cumplido los ochenta y
dos años, y su aspecto, aunque claramente influenciado por la edad,
no anunciaba el fatal desenlace. Con él se ha ido una parte
importante de nuestra particular historia, porque Andújar fue el
refugio de su familia desde los años sesenta. Aquí llegó con el
olor a gasolina y con él se ha ido, como le ocurrió a su hermano
Demetrio, al que seguimos recordando con la misma pasión y cariño
que lo haremos con Carlos. Nosotros sabíamos de ellos por sus
proezas subidos sobre una moto de competición o de paseo, que para
todo tenían tiempo y de todo se aprovechaban para divertirse y
generar riqueza. Gracias a ellos hasta aquí vinieron personajes de
gran relevancia nacional e internacional atraídos por su amistad y
con la ciudad y su sierra como referencia ineludible. Carlos fue
mucho más valiente cuando de salir en busca de aventuras se trataba,
quizá porque la mayor parte de su vida la pasó solo o al menos sin
familia a la que atender. De ahí que durante algunos años estuviera
ligado a Pegaso en la consecución de camiones de prestigio para el
mercado de este segmento, apoyando a la empresa española allá donde
fuera necesario, como fue el caso de su presencia en varias de las
pruebas del París-Dakar en primera línea y representándola con
éxito en todas ellas. Fue una etapa que vivió con una intensidad
descontrolada, en la que no conoció casi el descanso y en la que se
implicó por completo. Fue en Andújar en donde, como en otras
ciudades, se le reconoció esta entrega y en donde se le rindió un
sencillo y sincero homenaje por su trayectoria en el París-Dakar
junto a Pegaso. Y lo recuerdo bien porque, de la mano de uno de sus
mejores amigos, Pablo Cañones, y en la discoteca Don Pedro que éste
dirigía, hasta aquí trajo a la plana mayor de la marca española y
hasta las mismas puertas de la discoteca fueron ocupadas por uno de
los vehículos con los que realizó algunas carreras de la
emblemática prueba automovilística que entonces recorría África.
A mí me cupo el honor de presentar la gala y la recuerdo como un
acto entrañable en la que tuvimos la oportunidad de conocer un poco
más a un personaje que, por entonces y entre nosotros, aún no había
sido valorado como en realidad merecía.
Como
él mismo decía entre sus amigos, era un sencillo, junto a su
hermano Demetrio, ingeniero automovilístico sin título. Eso sí, su
capacidad de trabajo unida a sus conocimientos sobre la fabricación
de automóviles, le hicieron tocar el cielo en más de una ocasión.
Sus réplicas de modelos emblemáticos de marcas mundialmente
conocidas fueron, y aún lo son, valoradas con las mejores
calificaciones de los propios fabricantes. Y lo mismo ocurría con la
recuperación de los primeros modelos de Ford o Mercedes, en los que
era especialista y en los que se implicaba de forma que no conocía
el descanso. Naturalmente, semejante entrega en ningún caso
encontraba vacíos en los que echar de menos la amistad de alguien,
porque nunca le dejaron solo. Ha tenido todos los amigos que ha
querido, aunque tengamos que admitir que a su alrededor han aparecido
más de los íntimos conocidos, pero esto es algo que ocurre con
demasiada frecuencia y siempre ligados a personajes que por sí
mismos aportan brillo a quienes se ponen circunstancialmente a su
lado.
Su
gran sueño, de que Andújar albergara, después de la muerte de su
hermano y la suya, su museo de coches antiguos o de época que
poseían y que al final no pudo ser. Y mira que puso interés y
desprendimiento. La incultura de algunos políticos y la desidia con
la que actuaron por entonces no permitió consolidar lo que se inició
con muchas ganas y quizá excesiva parafernalia. La falta de rigor en
el cumplimiento de lo firmado, la incultura que mostraban cuando de
proyectar este gran tesoro se trataba, anunciaba que desgraciadamente
el sueño no se llegaría a realizar. Y así fue. Ahora escucharemos
de todo y, más aún, saldrán íntimos amigos hasta de debajo de las
piedras. Pero que nadie se extrañe: suele ser normal entre los
grandes hombres lo de vivir en soledad aunque miles eran sus
amistades.