martes, 26 de abril de 2016

A MÍ, QUE ME DESPUNTEN

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En la edición de la romería de este año se han aliado los elementos y ha sido la guinda que poner sobre una tarta que ha contado, además, con el apoyo tácito de infinidad de personas, donde incluimos a quienes, desde Andújar y el resto del mundo, han decidido acudir a la cita en busca de las bendiciones y la protección de la Virgen de la Cabeza. Cierto que también este año hemos detectado los habituales abusos que protagonizan quienes no tienen por costumbre participar en este tipo de eventos con la lección aprendida, es decir, incapaces de mostrar la educación cívica mínima que demanda el entorno. Por lo tanto, que un año más el tema de la suciedad que generamos ha vuelto a ganar por goleada al resto de planteamientos que pudiéramos hacernos. No obstante, sí que podemos y debemos felicitar a todas las personas que, desde la organización, han colaborado con su dedicación y esfuerzo a que la totalidad podamos calificarla de éxito rotundo. La llegada a la ciudad de los últimos romeros ayer por la tarde-noche puso el cierre de oro a una romería que ha sabido aprovechar el esfuerzo económico e imaginativo que se ha puesto a su disposición por parte de quienes, como el Ayuntamiento y la comunidad trinitaria, además de la gestora y de todos los invitados a su engrandecimiento, han trabajado sin descanso para un encuentro mariano tan multitudinario como nuestra romería.

Decíamos antes que la aportación que ha llegado a la romería procedente del gobierno municipal ha sido económica e imaginativa, y ha sido evidente que las nuevas ideas incorporadas a la celebración de este año no solo han cumplido con sus objetivos, sino que han sentado las bases de futuras ediciones. La primera y más impactante a nivel popular, sin duda que la retirada de las tasas es la más destacable y, creemos, ha sido determinante para que este año el aspecto que presentaba el entorno del cerro haya sido la noticia más destacada unánimemente por quienes han dejado sus opiniones por escrito. Los nuevos dirigentes lo dejaron claro desde la campaña electoral: “si acabamos gobernando, las tasas de romería desaparecerán”. Y lo han cumplido. Las razones: si no hay servicios que devenguen gastos municipales más allá de los propios y tenidos en cuenta a la hora de pactar el presupuesto, como sería el caso de la limpieza, no es justificable la exigencia de pago. Y más cuando se sabe que los gastos por el control del cobro de las tasas suponían a la municipalidad un gasto superior a lo recaudado.


En cuanto al asunto que tanto ha preocupado a los implicados en la organización y que han protagonizado algunas de las personas cesadas de la anterior junta de gobierno, creemos que por ambas partes se ha llegado a la conclusión de que todo ha salido como esperaban. Unos, porque han podido desarrollar su estrategia con absoluta libertad; otros, porque quizá esperaban más y finalmente todo ha quedado en una desagradable anécdota. Si tenemos en cuenta que la verdad se ha llevado por delante, a lo largo de la historia del ser humano, a muchas personas, tampoco debía extrañarnos lo que acontece alrededor del enfrentamiento entre los cesados, la gestora y el Obispado. Todos la queremos, la verdad, y para ello, para conseguirla, somos capaces de cualquier esfuerzo. Precisamente por eso se crearon los tribunales de justicia, para que sean ellos los que decidan quién debe ser su poseedor. Y también se crearon las diferentes instancias judiciales, para que el que se sienta defraudado tenga la oportunidad de plantear y argumentar ante otro tribunal su petición. No conocer la importancia de los tribunales cuando de dirimir un asunto de tanta importancia, supone por sí mismo un ataque directo a la convivencia. Dejar constancia pública del desacuerdo compete directamente a los protagonistas, aunque debe entenderse que al resto de los vecinos es posible que no. Desde luego, en mi caso, quiero dejar constancia de mi más absoluto desacuerdo, no tanto con el asunto, que me parece legítimo desde la perspectiva de la búsqueda de la verdad, como con la persona que, en el sagrado templo, ante la patrona y las cientos de personas que la acompañaban, dejó constancia de su incontrolado rencor y odio hacia la gestora espetándole en la cara a Ramón Colodrero que le deseaba tuviera un dolor que le sirviera para morirse allí mismo. Y, miren, a estas alturas, con todo lo vivido, no quiero formar parte de quienes apoyan este tipo de comportamientos. Por eso, a mí que me “despunten”.