En
la edición de la romería de este año se han aliado los elementos y
ha sido la guinda que poner sobre una tarta que ha contado, además,
con el apoyo tácito de infinidad de personas, donde incluimos a
quienes, desde Andújar y el resto del mundo, han decidido acudir a
la cita en busca de las bendiciones y la protección de la Virgen de
la Cabeza. Cierto que también este año hemos detectado los
habituales abusos que protagonizan quienes no tienen por costumbre
participar en este tipo de eventos con la lección aprendida, es
decir, incapaces de mostrar la educación cívica mínima que demanda
el entorno. Por lo tanto, que un año más el tema de la suciedad que
generamos ha vuelto a ganar por goleada al resto de planteamientos
que pudiéramos hacernos. No obstante, sí que podemos y debemos
felicitar a todas las personas que, desde la organización, han
colaborado con su dedicación y esfuerzo a que la totalidad podamos
calificarla de éxito rotundo. La llegada a la ciudad de los últimos
romeros ayer por la tarde-noche puso el cierre de oro a una romería
que ha sabido aprovechar el esfuerzo económico e imaginativo que se
ha puesto a su disposición por parte de quienes, como el
Ayuntamiento y la comunidad trinitaria, además de la gestora y de
todos los invitados a su engrandecimiento, han trabajado sin descanso
para un encuentro mariano tan multitudinario como nuestra romería.
Decíamos
antes que la aportación que ha llegado a la romería procedente del
gobierno municipal ha sido económica e imaginativa, y ha sido
evidente que las nuevas ideas incorporadas a la celebración de este
año no solo han cumplido con sus objetivos, sino que han sentado las
bases de futuras ediciones. La primera y más impactante a nivel
popular, sin duda que la retirada de las tasas es la más destacable
y, creemos, ha sido determinante para que este año el aspecto que
presentaba el entorno del cerro haya sido la noticia más destacada
unánimemente por quienes han dejado sus opiniones por escrito. Los
nuevos dirigentes lo dejaron claro desde la campaña electoral: “si
acabamos gobernando, las tasas de romería desaparecerán”. Y lo
han cumplido. Las razones: si no hay servicios que devenguen gastos
municipales más allá de los propios y tenidos en cuenta a la hora
de pactar el presupuesto, como sería el caso de la limpieza, no es
justificable la exigencia de pago. Y más cuando se sabe que los
gastos por el control del cobro de las tasas suponían a la
municipalidad un gasto superior a lo recaudado.
En
cuanto al asunto que tanto ha preocupado a los implicados en la
organización y que han protagonizado algunas de las personas cesadas
de la anterior junta de gobierno, creemos que por ambas partes se ha
llegado a la conclusión de que todo ha salido como esperaban. Unos,
porque han podido desarrollar su estrategia con absoluta libertad;
otros, porque quizá esperaban más y finalmente todo ha quedado en
una desagradable anécdota. Si tenemos en cuenta que la verdad se ha
llevado por delante, a lo largo de la historia del ser humano, a
muchas personas, tampoco debía extrañarnos lo que acontece
alrededor del enfrentamiento entre los cesados, la gestora y el
Obispado. Todos la queremos, la verdad, y para ello, para
conseguirla, somos capaces de cualquier esfuerzo. Precisamente por
eso se crearon los tribunales de justicia, para que sean ellos los
que decidan quién debe ser su poseedor. Y también se crearon las
diferentes instancias judiciales, para que el que se sienta
defraudado tenga la oportunidad de plantear y argumentar ante otro
tribunal su petición. No conocer la importancia de los tribunales
cuando de dirimir un asunto de tanta importancia, supone por sí
mismo un ataque directo a la convivencia. Dejar constancia pública
del desacuerdo compete directamente a los protagonistas, aunque debe
entenderse que al resto de los vecinos es posible que no. Desde
luego, en mi caso, quiero dejar constancia de mi más absoluto
desacuerdo, no tanto con el asunto, que me parece legítimo desde la
perspectiva de la búsqueda de la verdad, como con la persona que, en
el sagrado templo, ante la patrona y las cientos de personas que la
acompañaban, dejó constancia de su incontrolado rencor y odio hacia
la gestora espetándole en la cara a Ramón Colodrero que le deseaba
tuviera un dolor que le sirviera para morirse allí mismo. Y, miren,
a estas alturas, con todo lo vivido, no quiero formar parte de
quienes apoyan este tipo de comportamientos. Por eso, a mí que me
“despunten”.