Seguro
que en alguna ocasión algunos de nosotros nos hemos preguntando
cuánta basura nos dejamos en el camino los días de romería, y más
cuando vemos lo que queda en días mucho menos señalados que
viviremos esta semana. Seguro, también, que cuando les digamos las
cifras que se controlan, especialmente por la asociación AMECO, que
son unos amigos amantes del medio ambiente que tienen por uso y
costumbre retirar lo que abandonamos en los caminos de la sierra a lo
largo de todo el año, se llevarán las manos a la cabeza. Comprobado
está que, de media, tiramos un kilo y medio por persona entre el
sábado y el domingo, sin tener en cuenta los electrodomésticos, que
no faltan ningún año a la cita y que aportan muchos más kilos.
Además, 8.400 bolsas de basura en la totalidad del parque, que si
éstas hubieran sido llenadas por los romeros y peregrinos, todo iría
bien. Pero no: se trata de las bolsas que estas personas recogen por
nosotros. Esta asociación quiere concienciarnos del mal que le
infringimos al entorno natural y que podíamos evitar con solo poner
un poco de cariño a lo que es de todos. Así, una de sus frases o
mensajes más compartidos es que intentemos que esta romería no esté
de moda el plástico y que el objetivo sea cero basuras. Si recogemos
nuestros desechos, el parque quedará limpio y vivo.
Pues
está bien claro. Por supuesto que para muchas de las personas que
visitarán estos días el santuario y su entorno, lo que les decimos
les sonará a regañina, pero en realidad de lo que tratamos es de
conseguir cuando más adeptos mejor para una causa completamente
justificada que está dañando uno de los entornos más hermosos de
nuestro parque natural y que, además, solo nosotros podemos detener.
Por todo esto, poner manos a la obra e intentar, con nuestro ejemplo
y comportamiento, que las basuras sean depositadas en los lugares o
puntos limpios se crean cada año a tal efecto, tampoco creemos que
sea un esfuerzo que exija de nosotros algo más que el desplazamiento
hacia esos lugares. De hecho, las tasas que hasta ahora se venían
pagando por ocupar espacio en el cerro y que ahora se han retirado,
tenían su origen precisamente en la necesidad de concienciarnos en
detalles de este tipo, insistiendo desde la municipalidad que la
limpieza del lugar debe ser cosa de todos, que lo que cuenta es el
esfuerzo personal, porque el colectivo es la suma del total. Aunque
fuera solo por eso, porque a nadie se le ocurra de nuevo la idea de
implantar una tasa que grabe a todos por igual, incluso a los que
tienen la buena costumbre de depositar sus desechos en los sitios
adecuados y fijados para ello, cuantos más seamos los que nos unamos
al sí de la limpieza que nos compete, es decir, a adecentar el lugar
en donde hemos estado acampados, mejor para la romería.
Quizá
porque salimos con urgencia a la carretera, quizá porque no solemos
mirar para atrás o porque algo de vergüenza sí que sentimos, el
hecho es que cientos son los que no tienen en cuenta detalle de tanta
trascendencia y acaban por mancharse, primeros ellos y luego el lugar
que han escogido para vivir la fiesta, con lo que generan miles de
posibilidades de que la hierba no vuelva a brotar o que cientos de
especies de animales mueran por su causa. Es evidente que la falta de
cultura medioambiental y el hecho de que andemos escasos de educación
cívica, y sálvese el que pueda, contribuyen enormemente a que todos
los años, todos, el espectáculo del día después sea realmente
bochornoso. Ya lo hemos dicho: de nosotros, de todos nosotros, es la
responsabilidad de que esta romería sea diferente, de que acudamos a
los pies de la patrona concienciados de que ensuciar menos el campo
es cosa de todos. ¡Feliz y limpia romería!