Si
crear un banco estuviera al alcance de cualquier mortal y que pudiera
crearlo con un poco de dinero y esfuerzo compartido, tengan por
seguro que más de uno lo haría de la noche a la mañana. Y todo
porque sus resultados económicos, que solemos conocer por trimestres
o semestres, nos dejan boquiabiertos por inmensos, por enormes y en
tan poco tiempo, que uno se plantea seriamente si no será que nos
hemos equivocado de profesión o en nuestras inversiones, y lo que
debíamos hacer era eso, abrir un banco y dejarnos de problemas.
Miles de millones de euros resultan ser el beneficio directo de la
tarea que desarrollan sus sucursales, aunque es cierto que,
paralelamente, sus especialistas en inversiones y en bolsa andan
quitando y poniendo dinero, que casi siempre es el nuestro, por
cierto, allí donde saben que obtendrán pingües beneficios de forma
poco peligrosa para sus intereses. Nuestros bancos más emblemáticos
andan rumiando estos días, y hasta nosotros ha llegado la noticia en
forma de globo sonda, anunciando que a no tardar dejarán de coger
dinero a los depositarios, es decir, lo que para los ciudadanos que
andan con unos cuantos miles de euros que hasta ahora le sacaban
anualmente algo de beneficio, parece que se les acaba esta bicoca y,
o lo dejan en cuenta corriente, o se lo llevan a casa. Y se entiende
si tenemos en cuenta que lo que ha venido haciendo la banca con
nuestro dinero no ha sido otra cosa que prestarlo o colocarlo en
fondos de inversión de los que conseguir una rentabilidad inmediata
superior a la que nos dan a nosotros. Y lo comprendemos porque
sabemos que el Banco Central europeo se lo proporciona en mejores
condiciones económicas, con un porcentaje ínfimo y en plazos muy
interesantes para ellos. Por eso ahora vemos que la tendencia general
de los bancos está en ofrecer dinero en forma de hipotecas o de
préstamos personales para compras de coches o arreglos de viviendas,
entre otros.
Con
todo y con eso, como lo de ganar dinero es la profesión y la
dedicación exclusiva de los diferentes consejos de administración,
lo suyo es un no parar. Que si la banca online,
que si las tarjetas de débito
con las que poder abonar cualquier factura, incluida la del taxi, que
si un buen número de operaciones bancarias las pueden realizar los
clientes sin moverse de casa con el ordenador o el móvil…
Naturalmente, todo no iba a ser beneficio, porque para aumentarlo de
la forma que a ellos les gusta, alguien tiene que pagar esa factura.
¿Y quiénes mejor que sus empleados, que para eso les cuentan el
dinero? Y aquí queríamos llegar, porque nada menos que el BBVA y el
Santander ya han anunciado sus intenciones con respecto al número de
oficinas y empleados que mantienen en activo. Así, el primero afirma
que cerrará, a largo plazo, 2.800 oficinas; el segundo, 450 a lo
largo de este mismo año. Aunque aceptemos que la transformación
digital ha plantado sus reales en el mercado del dinero, lo
inaceptable es que tengan que ser siempre los mismos los que paguen
los platos rotos de tanta tecnología aplicada al día a día de los
bancos.
Con
que solo sumemos tres empleados por oficina cerrada por estos bancos,
a los que debemos sumar a no tardar al resto, miles serán los
puestos de trabajo que se perderán en poco tiempo, porque que nadie
dude que lo de “a largo plazo” o “poco a poco” son solo
frases vacías que solo persiguen que no se inquieten sus empleados y
se organicen en contra de estas decisiones. La realidad camina por
derroteros claramente interesados en algo tan sencillo como es ganar
dinero y en eso son maestros malabaristas. Un sueño: conseguir
fórmulas con las que evitar que vivan de nuestro dinero,
especialmente de nuestros ahorros. Pues eso, un sueño.