miércoles, 6 de abril de 2016

LA BANCA Y LOS SUEÑOS

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Si crear un banco estuviera al alcance de cualquier mortal y que pudiera crearlo con un poco de dinero y esfuerzo compartido, tengan por seguro que más de uno lo haría de la noche a la mañana. Y todo porque sus resultados económicos, que solemos conocer por trimestres o semestres, nos dejan boquiabiertos por inmensos, por enormes y en tan poco tiempo, que uno se plantea seriamente si no será que nos hemos equivocado de profesión o en nuestras inversiones, y lo que debíamos hacer era eso, abrir un banco y dejarnos de problemas. Miles de millones de euros resultan ser el beneficio directo de la tarea que desarrollan sus sucursales, aunque es cierto que, paralelamente, sus especialistas en inversiones y en bolsa andan quitando y poniendo dinero, que casi siempre es el nuestro, por cierto, allí donde saben que obtendrán pingües beneficios de forma poco peligrosa para sus intereses. Nuestros bancos más emblemáticos andan rumiando estos días, y hasta nosotros ha llegado la noticia en forma de globo sonda, anunciando que a no tardar dejarán de coger dinero a los depositarios, es decir, lo que para los ciudadanos que andan con unos cuantos miles de euros que hasta ahora le sacaban anualmente algo de beneficio, parece que se les acaba esta bicoca y, o lo dejan en cuenta corriente, o se lo llevan a casa. Y se entiende si tenemos en cuenta que lo que ha venido haciendo la banca con nuestro dinero no ha sido otra cosa que prestarlo o colocarlo en fondos de inversión de los que conseguir una rentabilidad inmediata superior a la que nos dan a nosotros. Y lo comprendemos porque sabemos que el Banco Central europeo se lo proporciona en mejores condiciones económicas, con un porcentaje ínfimo y en plazos muy interesantes para ellos. Por eso ahora vemos que la tendencia general de los bancos está en ofrecer dinero en forma de hipotecas o de préstamos personales para compras de coches o arreglos de viviendas, entre otros.

Con todo y con eso, como lo de ganar dinero es la profesión y la dedicación exclusiva de los diferentes consejos de administración, lo suyo es un no parar. Que si la banca online, que si las tarjetas de débito con las que poder abonar cualquier factura, incluida la del taxi, que si un buen número de operaciones bancarias las pueden realizar los clientes sin moverse de casa con el ordenador o el móvil… Naturalmente, todo no iba a ser beneficio, porque para aumentarlo de la forma que a ellos les gusta, alguien tiene que pagar esa factura. ¿Y quiénes mejor que sus empleados, que para eso les cuentan el dinero? Y aquí queríamos llegar, porque nada menos que el BBVA y el Santander ya han anunciado sus intenciones con respecto al número de oficinas y empleados que mantienen en activo. Así, el primero afirma que cerrará, a largo plazo, 2.800 oficinas; el segundo, 450 a lo largo de este mismo año. Aunque aceptemos que la transformación digital ha plantado sus reales en el mercado del dinero, lo inaceptable es que tengan que ser siempre los mismos los que paguen los platos rotos de tanta tecnología aplicada al día a día de los bancos.


Con que solo sumemos tres empleados por oficina cerrada por estos bancos, a los que debemos sumar a no tardar al resto, miles serán los puestos de trabajo que se perderán en poco tiempo, porque que nadie dude que lo de “a largo plazo” o “poco a poco” son solo frases vacías que solo persiguen que no se inquieten sus empleados y se organicen en contra de estas decisiones. La realidad camina por derroteros claramente interesados en algo tan sencillo como es ganar dinero y en eso son maestros malabaristas. Un sueño: conseguir fórmulas con las que evitar que vivan de nuestro dinero, especialmente de nuestros ahorros. Pues eso, un sueño.