Los
llamados papeles de Panamá, que afortunadamente nos quedan muy
lejos, han venido a confirmar que la gente de dinero, esos que
presumen de patriotas, que firman discursos tipo arengas, esos que
ocupan puestos de responsabilidad o de primera línea, o que
simplemente se encargan de dirigir nuestro destino, son los mismos de
siempre, es decir, los que encabezan los escándalos, los que
anuncian con su comportamiento que les gusta llevárselo calentito y
sin tenerlo que sudar, que echan mano de la caja común sin
remordimientos y que cuentan con conexiones políticas de gran nivel
que les sirven para moverse entre ministerios y despachos con total
libertad, resultan ser los que hemos visto al frente de las grandes
campañas que buscan la solidaridad y el abrazo de los más
necesitados. Sin embargo, de su dinero, de aquello que por cierto han
conseguido a base de abusos cuando no de robos descarados, de
extorsiones a gran escala, de comisiones ilegales o de influencias
inconfesables, no sabíamos nada; lo intuíamos, pero ahora se
confirma y cómo, porque el trabajo desarrollado a lo largo de años
de un grupo de periodistas de investigación lo que ha venido a poner
sobre la mesa es la facilidad con la que estos personajes se
desenvolvían entre una mafia económica formada por familias reales,
el mundo del deporte, las finanzas, la moda…
Ahora
queda lo que nosotros entendemos que debía ser el meollo del asunto,
lo que de verdad nos permitiría conocer en profundidad hasta dónde
han llegado los tentáculos de estos desalmados e insolidarios
patriotas, porque recordemos que la única finalidad que les llevó
en su momento a la apertura de una cuenta en un paraíso fiscal no
era otra que la de defraudar a su país, dejar de pagar impuestos por
sus fortunas. La consecuencia primera que deviene de esta vergonzosa
actitud es reconocer que si ellas y ellos no pagan a la Hacienda
Pública la parte que les corresponde, somos nosotros los que debemos
hacerlo por ellos. La segunda, que para nosotros es muy probable que
hubiera sido un asunto desconocido del que ni siquiera se nos
ocurriría dudar, pero que ahora, con la documentación sobre la
mesa, la información que nos han transmitido los medios que se han
involucrado en su publicación en nuestro país y el resto del mundo,
sabemos que esta situación viene de muy lejos y firmada por
cualquiera que tenga dinero y no quiera contribuir con sus impuestos
a la mejoría general del país que le vio nacer.
Los
papeles de Panamá han asomado a los medios de comunicación casi de
puntillas, porque lo que queda por venir desde luego que a más de
uno nos sorprenderá muy desagradablemente. Solo hay que asomarse al
mundo del deporte, especialmente al fútbol, para comprobar que la
cara no siempre es el espejo del alma y que la intención de algunos
de los deportistas de élite que son ejemplo de deportividad,
proximidad con los aficionados y fuente de virtudes no dejan de ser
unos simples mangantes de guante blanco que buscan y rebuscan con
afán los países en los que nadie les preguntan por su dinero. No
obstante, como estamos convencidos de la existencia de mafias que
viven y se desenvuelven entre nosotros, muy alejadas de los paraísos
fiscales, que desarrollan aquí sus tareas y que éstas están
ligadas descaradamente a la evasión fiscal de nuestros empresarios y
sus emporios, uno de los trabajos inmediatos que deberían acometer
urgentemente nuestros políticos debía ser el de destapar las
coaclas que están cerradas a cal y canto y desde las que van y
vienen los millones de euros que defraudan. Desde luego, nosotros
estamos convencidos de que se conoce el sistema y a las personas que
lo practican, pero que no interesa denunciarlos.