La
convocatoria de elecciones el día 26 de junio se ha encargado de la
totalidad de la actualidad, como si a su alrededor se moviera el
mundo y no hubiera salida posible. Los movimientos que generan los
partidos políticos son los responsables directos de que las miradas
de la mayoría de los medios de comunicación estén fijas en sus
decisiones. Si miramos a la izquierda, vemos que Izquierda Unida se
ha convertido en la salvación de Podemos, que a su vez prevé una
caída que puede llegar a tres puntos, o lo que es lo mismo, unos
cuantos de miles de votos que restar al último resultado electoral.
En cuanto al PSOE, dependiendo de quién firme la encuesta, vemos que
finalmente se mantiene donde está, lo que no está del todo mal si
tenemos en cuenta la situación del país. A la derecha, entre
Ciudadanos y Partido Popular, la cosa sigue lo mismo, incluso con una
sensible subida para ambos que suponemos animarán a seguir con sus
políticas. En cuanto al resultado final que se anuncia entre los
especialistas en este tipo de encuentros con las urnas, la
contundencia o convicción del votante anuncia que todo va a seguir
igual o muy parecido, lo que le añade un toque desalentador a una
situación que, la miremos por donde la miremos, no es buena para
nadie, pero muy especialmente para el país y sus moradores.
Dicho
esto, que el mismo día 26 de junio, cuando se haga el recuento de
los votos, se nos informe que todo sigue lo mismo, que los partidos
políticos que han concurrido han quedado situados en la misma o
parecida posición a la del pasado 20 de diciembre, la verdad es que
poco alentador. En realidad, de lejos se nos viene diciendo que,
hasta bien entrado el otoño de este año, no tendremos un gobierno
que dirija el país. Lo que no se nos dice es cuál será su
conformación, es decir, si tendrá mayoría absoluta o solo simple;
o si estará formado por partidos de izquierda o de derecha; o si
tendrá futuro al menos hasta cumplir el mandato de los cuatro años
previstos en la Constitución. Estas dudas, ampliamente compartidas,
especialmente por quienes vienen sufriendo la crisis económica en
primera línea, porque están convencidos o esperanzados de que, con
la llegada de un gobierno, parte de la situación tan crítica que
padecen puede ser que se la solucione, créannos que nos quita parte
del sueño. Pero no tanto porque la necesidad de dirigentes que nos
controlen sea fundamental y sí porque hasta el momento han
demostrado una incapacidad para el acuerdo, una falta de sensibilidad
por la realidad que presiona a la ciudadanía, una ansia
incontrolable por conseguir poder, que dudamos muy seriamente de sus
posibilidades. Y si tenemos en cuenta que los líderes que gestionan
estas organizaciones políticas son los que vemos a diario en las
portadas de las televisiones y prensa escrita, y que deben ser los
más inteligentes de cada una de ellas, aún nos preocupa más el
futuro.
A
todo esto, repetimos, si al final de toda esta historia, el 26 de
junio todo queda igual, ¿qué va a ocurrir? ¿Decidirán pactar o
por el contrario volverán a convocar elecciones hasta que alguien
consiga mayoría y se arregle lo que ellos no han sido capaces de
arreglar? Sinceramente, la cosa no está del todo clara. Por el
momento, esperar es lo que nos queda. Y poner atención en lo que nos
cuentan, porque les aseguramos que hasta el 26J escucharemos de todo.
Y cuando decimos de todo, es que será de todo. Estén atentos. No se
lo pierdan.