Cien
mil kilos de residuos es la cantidad de basura que ha sido retirada
del santuario de la patrona y sus alrededores. Es evidente que hemos
hecho un buen trabajo y cumplido con todas las de la ley nuestra
habitual costumbre de dejar lo que nos sobra en medio del campo, que
es la mejor forma de interpretar que el campo es de todos y que ya
vendrán otros que se encargarán de limpiarlo. Parece, con todo, que
en esta ocasión se ha detectado algo más de cuidado y sí que se ha
notado menos basura que en anteriores romerías; concretamente, cinco
mil kilos menos, que, oigan, algo es algo. En cuanto a las
características de lo hallado en los mil y un recovecos que el
paisaje de la sierra nos aporta, colchones, cocinas de gas, somieres,
frigoríficos, ropa de abrigo, barbacoas, un coche y basura orgánica,
aunque ésta ha sido compartida con los animales que pululan por esa
zona y cuando han llegado las brigadas de limpieza se habían
encargado de ingerirla. Seguimos, por tanto, siendo originales hasta
sus últimas consecuencias, porque eso de encontrarse en medio del
cerro un frigorífico o una cocina de cuatro fuegos desde luego que
no debería ser habitual, pero no faltan cada año a la cita. Se ve
que sus propietarios, renovada en su piso o casa, la reservan para
traerla a la romería y luego, consciente y alevosamente, dejarla
abandonada. Si tuviéramos oportunidad de contactar con algunas de
las personas que este año han elegido el cerro de la Cabeza para
dejar su huella, que sería imperecedera si no fuera porque los
profesionales de la limpieza se encargan de retirarla, les
preguntaríamos qué les mueve a semejante propósito, porque debemos
reconocer que raro, lo que se dice raro, lo es y mucho.
De
todas formas, lo que más se suele dejar abandonados son colchones,
pero se entiende. Sí, porque normal es que no falten a la cita con
la patrona quienes gustan de descansar con algo de comodidad en las
inmediaciones del santuario y para ello echan mano de algún colchón
que tengan en casa de más o para casos de urgencia, y lo transportan
decididos a usarlo cuando el sueño o el cansancio les venza. Del por
qué la abandonan es lo que no alcanzamos a entender, porque si lo
suben, ¿por qué no se lo llevan? La deducción a la que llegamos es
que tendrían previsto tirarlo a la basura y, antes de deshacerse de
él, querían sacarle algo de provecho y comodidad los días o las
horas que estarían de romería. El hecho, repetimos, es que son unos
cuantos y que el número se mantiene a lo largo del tiempo, porque es
el objeto que más aparece entre la basura al día siguiente de
levantar el campamento. Estamos tan habituados a verlos los días
posteriores a la cita romera, que forman parte del paisaje que queda
una vez volvemos a casa, y no sería lo mismo que la próxima cita no
encontráramos ninguno. Sería como si nos faltara algo, como si la
reacción del romero ante su evidente falta de educación, acabara
con una costumbre que lleva entre nosotros años y años.
Es el
momento ahora de agradecer la entrega que han desarrollado a lo largo
de estos días las brigadas de limpieza que ha aportado el
Ayuntamiento y no menos a las personas que han hecho lo propio desde
la solidaridad y el amor por el medio ambiente. Gracias a unos y
otros, a su esfuerzo impagable, el aspecto que ofrece la sierra hoy
podemos asegurar que es como de estreno. Y así seguimos, esperando
la respuesta masiva de quienes visitan un entorno tan magnífico y al
mismo tiempo tan delicado, a favor de un comportamiento más lógico
y de una sierra más limpia.