miércoles, 18 de mayo de 2016

LOS MENORES Y LOS VENENOS QUE TIENEN A MANO

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La semana pasada saltaba la noticia y nos enterábamos de que cuatro menores de seis años de un colegio de Granada, concretamente del valle de Lecrín, se intoxicaban porque habían ingerido unas pastillas del abuelo de unos de ellos, confundidos por creer que se trataba de chucherías. Esa es la noticia y la actualidad marca la diferencia informándonos de que, excepto uno de ellos, que se encuentra aún en la unidad de cuidados intensivos del hospital, afortunadamente el resto han sido dados de alta y no presentan anomalías de ningún tipo. Lo que está ocurriendo en estos momentos, de acuerdo con la información que nos llega, es que los padres de los alumnos reclaman todo tipo de investigaciones, cuando no dimisiones, de quien se pone delante de la situación que se ha generado en el centro escolar. Por lo que sabemos, los responsables son los profesores y alumnos mayores, además, naturalmente, de la Junta de Andalucía y la Delegación de Educación de Granada. Al menos hasta ahora, poco o casi nada hemos leído de la responsabilidad de los padres o tutores, que entendemos son, sin embargo, los directos responsables de que estos niños, primero, accedieran sin limitaciones a las medicinas de un miembro de la familia; segundo, que tanto el niño que se hace con las pastillas como el resto de sus amigos muestran un desconocimiento sobre los medicamentos cuando menos preocupante si tenemos en cuenta que han estado al borde de la muerte. Los menores merecen una información concreta y directa sobre lo que es perjudicial y lo que no, y debe ser dada por sus padres directamente, sin intermediarios y con ejemplos contundentes que eviten cualquier tipo de duda. Creer que es el colegio, los profesores, los que deben correr también con esta información, es caer en el error de que el escolar debe aprender a vivir solo y exclusivamente de las enseñanzas del centro.

Así, con esta deficiencia en el camino, los niños se inician en la vida mientras conviven con medicamentos y con todo tipo de venenos a mano, desde lejías, detergentes, geles y jabones de olores exquisitos hasta amoníacos, agua fuerte, matarratas y antipolillas sin más limitación que el lugar en los que son guardados por sus mayores, que por cierto no siempre lo escogen con el cuidado y la precaución que exigen estos peligrosos intoxicantes. Si todos cayéramos en la cuenta de la importancia de lo que estamos hablando, si todos coincidiéremos en que la necesidad que tienen los niños es insaciable cuando de aprender y descubrir se trata, seguro que seríamos más cautos y se lo pondríamos más difícil, porque la realidad es que en la mayoría de los hogares encontramos estos productos debajo del lavadero o junto a la lavadora, es decir, justo a la altura de los más pequeños. Por eso nos llama la atención que nadie haya expresado, alrededor de este tema, su preocupación por cómo el menor accede a los medicamentos de su abuelo sin cortapisa alguna. Eso sí, la Junta de Andalucía, los profesores y todo el que se mueva parecen los responsables y, por tanto, sobre ellos todas las culpas.


Como la experiencia nos ha enseñado, de lo que se trata ahora es de que la totalidad de las familias con niños en este colegio y en todos los demás hayan optado por lo lógico, y la totalidad de los medicamentos y productos nocivos que tienen en casa hayan sido lo suficientemente alejados de ellos y sus insaciables ganas de saber de todo lo que les rodea. Al tiempo por supuesto, campañas de sensibilización firmadas por los organismos competentes, charlas informativas en las aulas, jornadas prácticas con este tema como asunto de debate y cualquier actuación que sirva para compartir con los más pequeños, y por tanto más expuestos, serán bien recibidas. Finalmente, que las familias asuman su responsabilidad con todas las consecuencias, sobre todo porque es precisamente en sus casas donde reside el peligro, ya que es allí donde cualquier cajón es bueno para guardar un medicamento, lo mismo que un recoveco aparentemente inaccesible para los niños alberga un polvorín de venenos con todo tipo de colores y olores.