Aunque
no faltan los que se preocupan o simplemente no están de acuerdo, la
realidad es que es bueno para la renovación democrática que la
ciudadanía se moje, que entre a los foros y decida intervenir a
favor o en contra de algunas de las medidas que ha tomado el equipo
de gobierno. Es bueno y sano. También es verdad que no faltan en
estos lugares de encuentro de las nuevas tecnologías los que llegan
envueltos en telas de Oriente, es decir, camuflados bajo nombres
falsos, y se dedican sin más a echar por tierra todo aquello en lo
que los demás están de acuerdo. Debe ser que se lleva lo del
anonimato o lo de la cobardía, porque todo hay que decirlo: no es lo
mismo opinar desde ti mismo que hacerlo bajo una personalidad
camuflada.
Se
mire por donde se mire, se trata de un planteamiento propio de gente
menor, taimada y de escasa personalidad porque no cree ni tan
siquiera en sí misma. No obstante, están ahí y forman parte de lo
que nos gusta o todo lo contrario, dejando su impronta en forma de
opinión contrastada, o al menos esa es la impresión que dan, para
luego perderse en añoranzas de jornadas de vinos y rosas que ahora
añoran sin control. Y es que eso de disponer de tarjeta de crédito
sin fin, de ir y venir con todos los gastos pagados, tener a todo el
mundo a tus órdenes y hacer y deshacer como te viene en gana, oigan,
esto es muy difícil y lo propio es que se eche muchísimo de menos.
Podíamos
decir que, entre nosotros, es lo que nos faltaba para que al vaso no
le quepa ni una gota, porque siempre hemos sido pioneros en la
crítica y en el menosprecio por todo lo que hacen los demás. Por lo
tanto, lo de entrar y salir con nombres falsos en los foros
ciudadanos en los que se discute seria y sinceramente lo mejor o lo
menos dañino para la ciudadanía, nos va como anillo al dedo. Y
cuando descubrimos que era posible incorporarse al grupo con un
nombre ficticio por el que nunca ibas a ser descubierto, la cosa tomó
características de epopeya. Y en eso estamos, aguantando el tipo y
recibiendo críticas nada constructivas a las que no echamos en falta
los habituales venenos que expelen semejantes seres humanos cuando de
quitarte la razón se trata. En el fondo, pese a quien pese, a
nosotros nos gustan estos movimientos, estas presiones ciudadanas, ya
que te animan a seguir en tu línea, que, errada o no, es tuya y de
nadie más. Eso sí, intentar cambiártela es más complicado, menos
sencillo de lo que algunos pueden creer; entre otras razones porque
la experiencia, que inevitablemente va ligada a la edad, no te lo
permite.
Por
cierto, son mayoría los que, envueltos en linos y algodones,
disfrutan de su nueva personalidad vestidos del sexo contrario, que
no es que esté mal la cosa, sino que a veces, quizá por despiste o
desencuentro con la costumbre, se retratan ante los demás, sin
ninguna duda, como realmente son. Los que crean que estos de los
interneses y los facebooks tienen los días contados, se equivocan.
Son puntos de encuentro que, como todo lo que se puede manipular, no
dispone de derecho de admisión, lo que anima a incorporarse en busca
de incautos convencidos de que todo el mundo es bueno. Entre la gente
que usa de estas tecnologías se conoce a estos lumbreras como los
“lobbys caseros”, a lo mejor porque viven casi exclusivamente de
presionar a los demás. ¡¡Quién sabe!!
