jueves, 16 de junio de 2016

A VUELTAS CON LOPE DE VEGA

Imprimir

El tema de la calle Lope de Vega y el sí o el no de una o dos direcciones sigue trayendo cola. Esta misma tarde, en el salón de plenos, el Partido Popular presentará una moción en la que volverá a pedir la vuelta a la cordura, según ellos, del gobierno municipal con respecto a que no acepte de ninguna de las maneras una sola dirección para esta vía. Este grupo entiende, y seguro que tiene sus razones para ello, independientemente de que no coincidan con quienes ahora rigen la ciudad ni con los residentes, y quieran defenderla a toda costa. Otra cosa es que los métodos usados hasta ahora a nosotros nos parezcan no adecuados, pero esa diferencia pertenece a una opinión particular que no debe ser tenida en cuenta. Lo que nos debe importar a todas y todos es la opinión de quienes, llegado el momento, decidieron plantar cara a lo que entendían era un abuso y un sufrimiento: el paso de miles de vehículos de todo tipo y tamaño diariamente por la calle en la que residían. A partir de ese instante, que no fue por cierto nada fácil por la falta de receptividad de la autoridad municipal, que en principio parece que no valoró adecuadamente la fuerza y la ilusión que habían puesto estos vecinos en su demanda, se inicia un largo proceso que en estos momentos podemos observar en forma de obra. Cuando por fin parecía que la suerte estaba echada, que todo iría bien, el Partido Popular vuelve a plantear sus dudas y la conveniencia con respecto a que siga siendo de doble dirección, exigencia que está frontalmente en contra del trabajo desarrollado hasta el momento por el gobierno municipal y las propias obras iniciadas hace unos días.

Para que toda esta confusión controlada y trabajada resulte positiva para los que están a favor de la doble dirección y los que no aceptan que así sea, lo primero que debía ocurrir es que la imagen que percibamos los ciudadanos sea de consenso, de intenciones honestas y aceptar, sea quien sea el que deba hacerlo, que no siempre se gana y que a veces una huida a tiempo resulta ser una victoria. No obstante, por encima de cualquier otra premisa o interés particular, los residentes en esa vía saturada de tráfico tienen el derecho y los políticos la ineludible obligación de conseguir su bienestar, su seguridad y que por fin acabe su calvario. 

Llegados a este punto sería bueno que no se echara cizaña sobre quienes no están de acuerdo con los planteamientos de unos o de otros y se tuviera en cuenta el derecho inalienable que tiene la ciudadanía de opinar de manera distinta a los demás. Lo de echar los leones sobre quienes firmen planteamientos en ningún caso determinantes y sí posibles, no solo muestran una escasa formación democrática, sino una particular forma de interpretar los tiempos que corren en la nueva política. En cuanto a lo de dejar en manos de personas o grupos asuntos municipales de los que no conocen nada más que las intenciones del director de la obra, mal asunto. Y más conociendo la debilidad del ser humano para mantener la boca cerrada, detalle que nos permite conocer las verdaderas intenciones de quienes se han montado en el carro de llevar la contraria porque sí. Esto y el refrán que asegura que el que a hierro mata, a hierro muere, debía ser definitivo para calmar los ánimos. No para detener el proceso, que lo entendemos legítimo, pero sí para elegir a mejores compañeros de camino.