miércoles, 15 de junio de 2016

INDIGENTES Y VIVIDORES

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No recordamos exactamente los días en los que el anterior equipo de gobierno municipal tenía por costumbre colocar los toldos que reducen el insoportable calor en nuestras calles peatonales, pero sí que reclamamos diligencia al actual para que lo haga cuanto antes, que para eso los días están siendo especialmente calurosos y en la calle no se entiende la tardanza. A los ciudadanos ni les sirven ni esperan justificaciones; entre ellos lo práctico al poder y nada de indecisiones injustificables, y una de ellas es precisamente el asunto de los toldos. Es lo mismo que el tema de las terrazas de algunos bares, especialmente los que no cuentan con zona concreta y delimitada para ubicar sus mesas, en donde comprobamos que cada uno usa del espacio de todos como les viene en gana. En la totalidad, lo de prever que a las personas deben pasar por esa zona no es tenido en cuenta y, sin embargo, la realidad es que les entorpecen el paso que legalmente debe estar claramente delimitado de acuerdo con las normas municipales en vigor. Y como sabemos que lo del seguimiento municipal por parte de técnicos y de la propia policía local sencillamente no existe, pues ahí estamos, denunciando lo que supone un flagrante abuso por parte de algunos de los propietarios de las terrazas, que no tienen en cuenta algo tan elemental como es no cerrar el paso a las personas que por allí cruzan.

En cuanto a lo que esta semana pasada ha sido noticia por lo llamativo del espectáculo que ha firmado un persona a las puertas del banco de Bilbao Vizcaya de nuestra ciudad, en donde colocó una inmensa pancarta en la que podíamos leer un mensaje que, más que justificar su necesidad, pedía ayuda económica para supuestamente su familia, que estaba en las últimas. Las redes sociales han sido la plataforma de salida y de incondicional apoyo de quienes, enfrente descaradamente del gobierno municipal y con muchas ganas de echar por tierra su trabajo realizado hasta ahora, culpaba sin paliativos a nuestra primera autoridad en una programada puesta en escena que se amplió casi sin control a la caza y captura de un culpable al que crucificar. Es decir, como en los viejos tiempos. De hecho, vistas las quejas y las justificaciones aportadas por algunos de los internautas, es evidente que el anterior equipo de gobierno era un dechado de virtudes y, por supuesto, no permitiría que un indigente o ciudadano perjudicado por la crisis económica pidiera trabajo y dinero para subsistir. Pues eso, que solo faltaba que una ciudad cualquiera ofreciera trabajo a quienes acudan a ella a rogar caridad a los transeúntes que pasen a su lado, porque estamos por asegurarles que el efecto llamada sería sencillamente incontrolable. Y más si encima del empleo se le dota de una vivienda. Sin embargo, los gritos por escrito que pudimos leer en algunos de los mensajes, las reclamaciones que en nombre de la justicia divina se hicieron para que se le ayudara a esta persona, fueron tantas y tan desproporcionadas que al menos se nos quedó la sensación de que nuestra ciudad es extraordinariamente solidaria, que algo es algo.

El tema de las personas que viven de lo que la calle les proporciona en forma de limosna es un viejo asunto al que nadie le ha plantado cara que no sean las organizaciones humanitarias que de sobra conocemos. Es de tal magnitud, de tal importancia social lo que en la calle encontramos, que a cualquiera se le ablanda el corazón y hace suyo el mal momento por el que atraviesan algunas personas. Con todo, no perdamos de vista que, justo al lado de los que de verdad las están pasando canutas, no faltan los que han hecho de pedir un negocio y del que viven bastante bien. Por eso apoyemos a las organizaciones humanitarias y dejemos trabajar a los servicios de los ayuntamientos para que sean ellos los que controlen a estas personas.