lunes, 13 de junio de 2016

NO SON TODOS LOS QUE ESTÁN…

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Escuchábamos esta misma mañana los comentarios, las opiniones de las personas que estaban siendo encuestadas en la calle y con dos solo preguntas a las que responder: ¿Para qué sirven los mítines de los partidos políticos? ¿Cambiará usted su voto después de asistir a alguno de ellos? Ninguno ha dudado la respuesta y todos, no mayoría, todos, han asegurado que a ellos no les sirve de nada. Es más, algunos han ido más lejos en su calificación y han asegurado que es un dinero invertido inútilmente en reunir a unos cuantos cientos o miles de incondicionales para decirles lo que ya conocen más que de sobra. Entienden, eso sí, que como imagen que vender a sus contrincantes políticos puede ser positiva para amedentrarles de cara a sus respectivos apoyos en las próximas elecciones. Naturalmente, la opinión de las empresas que se dedican a estos menesteres, que se juegan mucho dinero en caso de que los partidos políticos se negaran a convocar estas citas en las plazas de las ciudades, es del todo contraria. Éstas entienden que cuantos más mítines se convoquen mejores posibilidades tendrán sus clientes de obtener más votos, y nosotros entendemos que es una forma legal de facturar. Por supuesto, capacitados para calificar de inútiles estos encuentros en la última fase no estamos, pero sí para asegurar, coincidiendo con la opinión de los encuestados, que se han magnificado en exceso con fines exclusivamente económicos.

A la calle hay que llegar con programas viables y habiendo superado la desventaja que arrastran los políticos ante la ciudadanía, y que no es otra que su falta de credibilidad. A nosotros nos llegan cantos angelicales sobre el empleo, la mejora económica, el estado de bienestar, la erradicación de la pobreza, pero la realidad es la que es y en esas estamos, a la espera de que se cumplan las promesas que nos hicieron en las anteriores citas electorales, y en las anteriores de las anteriores… O cuando nos prometen, incluso por escrito, una serie de mejoras de gran calado social para luego donde dije digo, digo Diego. Estas circunstancias tan concretas han sido fundamentales para que la gente, la ciudadanía, hace tiempo que se divorciara de sus políticos y los califique en general de mentirosos. Además, por si faltaba algo de aliño a la ensalada, los corruptos, que son esos políticos que a lo largo de su estancia en sus respectivos cargos, han trabajado exclusivamente para atracarse de dinero, de robar todo lo que le ha sido posible hasta que han sido cazados, aumentan por días y solo escuchamos que están dispuestos a parar la corrupción en cuanto lleguen al poder. De hecho, la tibieza en la calificación que hacen del comportamiento de sus compañeros de partido aviva el sentimiento de rechazo por parte de la ciudadanía, que comprueba cómo estos canallas siguen en su gran mayoría en la calle, gastándose el dinero de todos a la espera de un juicio que parece no llegar nunca y que, una vez conocida la sentencia, no suele calmar los ánimos de nadie.

A nosotros lo que nos llama la atención con respecto a los mítines que hoy compartimos con ustedes, y no estamos solos, es la capacidad de los oradores para esconder sus propias mentiras. Mienten como si no lo hubieran hecho nunca, con ansia, compulsivamente y con una destreza propia de quienes han recibido clases concretas sobre cómo superar sus propias mentiras en público, un arte que debe ser muy difícil y que ellos, repetimos, superan con sobresaliente. Por supuesto, claro debe quedar que no todos los políticos responden a las mismas coordenadas, ¡menos mal!, y que las excepciones lo único que hacen es confirmar la regla. Ustedes mismos.