viernes, 10 de junio de 2016

QUIEN LO CONDUCE ES QUIEN MEJOR LO CONOCE

Imprimir

Por muchas vueltas que le demos a los asuntos ligados al tráfico, y les aseguramos que pueden ser muchos, y las responsabilidades cómo y por quiénes deben ser compartidas, todos coinciden finalmente en uno solo: el conductor o la conductora. Así de sencillo o de complicado, como prefieran ustedes. Sí, porque ya se trate de unos neumáticos desgastados, de una puesta a punto deficiente o inexistente, de velocidad, de uso y abuso de alcohol y drogas, etc., etc., la responsabilidad del accidente es de quien, entre sus obligaciones, tiene la de cuidar el coche que usa y no menos la de mantenerse completamente lúcida cuando conduce. Lo de subirse al vehículo, arrancarlo y conducirlo suponen obligaciones concretas que, incluso no siendo conocidas, no nos eximen de responsabilidad. Por ejemplo, una que no nos gusta nada, que nos obliga a detenernos de vez en cuando y aproximar nuestro vehículo a un surtidor de combustible, la conocemos más que de sobra y nadie nos dijo que sería así hasta que el coche dejara de funcionar. Y del resto de funciones que nuestro automóvil necesita también sabemos y mucho; lo que ocurre es que no siempre encontramos tiempo para someterlo a una revisión de las conocidas como rutinarias o bien que la cosa del dinero no va bien en esos momentos. Dependa de lo que dependa, lo ineludible es aceptar que la merma de posibilidades de nuestro vehículo limitan nuestros movimientos y que su uso está condicionado por completo al estado del aceite del motor, o de los neumáticos, o del alumbrado, etc.

Desde luego, lo increíble es que alguien quiera eludir su responsabilidad asegurando que no sabía de este tipo de dedicaciones y menos aún de que de vez en cuando, justo coincidiendo con un número concreto de kilómetros recorridos, es inexcusable acudir en busca de un profesional de la mecánica para que nos informe de su estado y de las necesidades concretas que demanda con respecto a su mejor mantenimiento. En este punto, cuando se trata de que nuestro automóvil se encuentre en perfecto estado, recordemos que en ello nos puede ir la vida: unos frenos descompensados o que no hacen bien su trabajo, unos neumáticos mal inflados o en estado peligroso para que sigan rodando, por ejemplo, suelen aparecer con mucha frecuencia en los atestados de la Guardia Civil en los accidentes que controlan. Y luego está el conductor o conductora, esa figura concreta que viene a ser el centro de nuestro comentario de hoy, porque es quien lo pone en movimiento y lo conduce por ciudades y carreteras. En este caso, todo lo que tenga que ver con la responsabilidad está unido a una conducción adecuada, no consumir ningún tipo de drogas y de ser consciente de lo que lleva entre sus manos.

Por lo tanto, y por aquello de resumir, teniendo en cuenta que es el conductor habitual o el dueño del vehículo quien decide el uso y disfrute de él, quien debe mantener un seguimiento técnico que en todo momento decidirá lo mejor para él, no parece complicado hallar el responsable o culpable. Y precisamente de todo esto, del sentido común del conductor, del mantenimiento del automóvil y del cuidado del conjunto, depende en última instancia la vida de los usuarios que coincidan con él, ya en ciudad, ya en carretera. La segunda oportunidad existe y hay que saberla aprovechar. Perder el tiempo cuando conocemos las consecuencias que nos obligan a ser determinantes, suponen un riesgo añadido de consecuencias imprevisibles.