miércoles, 21 de septiembre de 2016

DÍA MUNDIAL DEL ALZHEIMER

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El alzheimer es una enfermedad que arrasa con todo lo que encuentra por delante. Primero, con la persona que la padece, a la que somete a una pérdida continuada de su consciencia, dándose casos en los que pierden la memoria de manera tan radical, que ni siquiera recuerdan andar. Segundo, a la persona o personas que deben hacerse cargo de ellas, porque a partir del instante en el que son conscientes de que el alzheimer se ha apoderado del ser querido se inicia un camino sin retorno del que suelen acabar tocados física y psíquicamente. Por eso la figura del cuidador o la cuidadora (especialmente hoy, día mundial del alzheimer), debía ser ensalzada como persona y no menos calificada por nuestros gobernantes como imprescindibles a lo largo del tiempo en el que están dedicadas, las veinticuatro horas del día, al cuidado del dependiente. No conocen el descanso, pierden el sueño, abandonan el papel social que han tenido hasta ese momento, se enclaustran en sus domicilios y casi no ven la luz. Son ellas y ellos los verdaderos héroes de las miles de historias que sabemos les ha tocado vivir y que aceptan con una sumisión y comprensión digna de admiración.

Por eso, cuando el Gobierno de la nación decidió acabar con las ayudas que hasta ese momento recibían por atender, en general, a los dependientes, se nos vino el cielo encima. Y a ellos no digamos, porque a partir de ese instante las necesidades familiares se incrementaron básicamente debido a la falta de dinero que genera la atención al enfermo. Mientras disfrutaron de un sueldo y su inscripción en la Seguridad Social, al menos tenían la tranquilidad de que a final de mes recibirían lo pactado. Achacándole a la dependencia casi todos los males económicos que padecía España, el Gobierno sencillamente les cortó los grifos abiertos hasta ese momento y se inició un calvario de proporciones descomunales del que aún no han salido y que no parece que se vea luz suficiente al final del túnel como para tener algo de esperanza. Así, mientras personas vinculadas con tramas políticas de corrupción cobrarán mensualmente más de siete mil euros por acudir al Senado de la nación, las que tienen que vérselas diariamente con los dependientes y con escasos recursos, viviendo en la miseria. Es la ley del embudo que este Ejecutivo nos ha colocado como ejemplo de lo que debe ser la solidaridad bien entendida.


Los enfermos que dependen de cuidadores merecen no solo nuestra mayor consideración, sino las ayudas que justifique su estado. Los controles, baremos o parámetros que se habilitaron por parte de nuestros gobernantes para valorar, dicen que justamente, a quienes solicitaban ayudas económicas, no solo han demostrado su preocupante falta de sensibilidad, sino una clara intención de dejar en la cuneta a la mayoría, que no otra cosa ha ocurrido en realidad. De hecho, miles han sido los enfermos que han fallecido sin haber tenido ocasión de recibir el dinero que solicitaban para mantener la ayuda. Y otras tantas miles son las denuncias que los enfermos mantienen vigentes en contra del Estado ante su falta de consideración y su nula respuesta a su demanda. Desde luego, conociendo las decisiones y la falta de empatía que este Gobierno ha mostrado hasta ahora a asunto tan importante, mucho nos tememos que escasa será su dedicación y aún menos su aportación. Es lo que hemos dicho antes, que mientras unos y otros han descapitalizado al país llevándose el dinero de todos, los que de verdad lo necesitan observan el ir y venir de sobres y maletines sin poder hace nada.