Los
profesionales aseguran que una ciudad que se precie, que esté segura
de su futuro, está permanentemente en obras. Calles, plazas,
alcantarillado, parques o jardines, aparcamientos, entre otras, son
mejoras imprescindibles cuando lo que se quiere es mejorar la vida de
propios y extraños. Por esto, la continuación de las diferentes
intervenciones municipales que se iniciaron con los anteriores
gobiernos municipales y que continúa éste participan activamente en
ese objetivo: obtener un ambiente, un paisaje, mejorado, más
acogedor para los que aquí vivimos, donde nuestros comerciantes
sigan confiando y aquellos que tengan pensado instalarse entre
nosotros lo hagan convencidos de un futuro a consolidar en poco
tiempo. Naturalmente, un buen equipo de marketing es capaz de
conseguir lo mismo, aunque sin poner un euro a disposición de la
ciudad, lo que viene a ser lo mismo que lo que asegura el viejo
refrán castellano, que afirma que eso no es otra cosa que comida
para hoy y hambre para mañana. Con esto lo que venimos a decirles es
que los tiempos en los que la ciudad del futuro que nos prometían,
desgraciadamente respondían a un buen trabajo de especialistas en lo
onírico, en los sueños, en lo inalcanzable, pero como hemos podido
comprobar, irrealizables. Como hemos dicho en varias ocasiones, a los
proyectos de familia, industriales o de ciudad, si no se les ayuda
con dinero son sencillamente inviables.
Aceptando
que sea una percepción personal y que no consigamos mayoría para
nuestra opinión, estamos convencidos de que hemos estado viviendo
por años con muchos sueños por realizar que se iban renovando
anualmente y para los que en realidad no había previsiones oficiales
y ni siquiera intención. Solo así se entiende el desproporcionado
parón que hemos mantenido por años y que tuvo su origen en un
aislamiento intencionado de la ciudad con el resto del mundo,
especialmente con las Administraciones, precisamente el lugar en el
que conocen los proyectos de los ayuntamientos y de donde procede el
dinero para ejecutarlos. Por supuesto, al tiempo que se eligen a las
personas que se responsabilizarán de nuestro futuro, aceptamos, al
menos para la inmediata legislatura, las decisiones que tomarán y
que tendrán como objetivo la ciudad que quiere quien gobierna. Otra
cosa es que estemos o no de acuerdo con el entorno que quieren
construir y si nos beneficia o no.
Por
eso debemos mirar hacia el futuro convencidos de que es posible
mejorar de manera ordenada los viejos problemas que nuestra ciudad
muestra públicamente y que confirman la dejadez administrativa en la
que nos hemos desenvuelto los últimos años. Desde el molino de las
aceñas o el puente romano, pasando por la vieja demanda de una
variante que nos alivie del tráfico ciudadano, o un río que pase a
ser más nuestro, más próximo, más equipadas sus orillas para que
la ciudadanía las disfrute, son algunas de las promesas que
conocemos desde hace años y para las que la totalidad de los
gestores que hemos conocido desde la etapa democrática han tenido
respuesta, pero en ningún caso soluciones. Esperemos que ahora
cambie la situación y la receptividad municipal tenga en cuenta
precisamente a quienes los han aupado al cargo que ostentan. No se
trata de sacar los colores a nadie o de denunciar lo que entendemos
está mal hecho, pero sí dejar claro que en muy pocas ocasiones se
nos ha tenido en cuenta cuando de tomar decisiones que repercutirían
en la ciudadanía se trataba. Si es verdad que los tiempos del cambio
han llegado, que se note, por favor.