Es
evidente que las necesidades de la sociedad marcan tendencias y que a
su disposición y para su equipamiento básico trabajan millones de
personas en las diferentes áreas que conocemos y también de las que
no tenemos noticia. El mundo del automóvil, en la alimentación o el
urbanismo suelen ser las que más noticias generan y más novedades
presentan a lo largo del tiempo. Tampoco faltan mercados como el de
la electrónica, en el que incorporamos desde los móviles hasta el
transistor más sofisticado de los conocidos, que muestran una
especial obcecación por lo nuevo y que acaban haciendo viejos o
antiguos sus propios aparatos en solo unos meses. Algo parecido
ocurre entre los fabricantes de los coches, lo que no crean ustedes
que acaban gustando entre los compradores del último modelo cuando,
transcurridos solo unos meses, aparece el mismo modelo renovado por
dentro y por fuera. Es decir, que inviertes unos miles de euros en un
vehículo de última generación y a veces en unos días lo que has
hecho de verdad es adquirir un modelo antiguo. En el mundo de las
alarmas, especialmente en el de las viviendas o empresas, en donde
encontramos fabricantes especializados que, según su propia
publicidad, son súper eficaces, comprobamos que, al tiempo que ponen
en el mercado nuevos sistemas de control sobre el edificio asegurado,
los amigos de los ajeno los han destripado y conocen las maniobras
que realizar sobre ellas para anularlas.
Al
hilo de esta realidad, sepan ustedes que aumenta preocupantemente el
número de ocupas (y lo escribimos con “c” porque no tienen nada
que ver con los okupas que conocemos y así los denomina la propia
policía) que ocupan una vivienda y que solo buscan dinero a cambio
de salir de ella. Así es. La forma en la que actúa es bien
sencilla, ya que consiste en romper la cerradura de la vivienda en
cuestión y cambiarla, meter a toda la familia y esperar a que
lleguen los propietarios. Es en ese momento cuando, suponemos que
entre gritos y amenazas, llamadas a la policía e improperios de todo
tipo, hablarán las partes y será entonces cuando la propuesta del
allanador de la morada sea exclusivamente el económico: dame tantos
euros y me voy ahora mismo. Así de sencillo. En ese momento, de
acuerdo con los testimonios de algunos de los ciudadanos que han
sufrido este ataque, a veces con los propios agentes delante de las
partes, se inicia un tira y afloja que está presidido por una ley en
vigor que, según la cual, el que está dentro de la vivienda es su
propietario legal y el dueño verdadero, el que ha pagado la hipoteca
y ha conseguido las escrituras de propiedad, no tiene nada que hacer.
Tendría que pasar al menos un año la denuncia en el juzgado
correspondiente y luego a esperar la sentencia judicial, que siempre
suele ser a favor del propietario real, pero que la duda también
forma parte de la falta de sueño. Y el dinero en abogados y
procuradores y gastos judiciales que debes poner a disposición del
caso, porque recordemos que el otro, el que se ha metido en tu casa,
es insolvente y no tiene nada que perder.
Por
eso las conversaciones entre las partes suelen terminar con el
verdadero propietario pagando la cantidad que le piden y punto. Se
van en busca de otra vivienda en la que meterse y desarrollar la
misma técnica. Algunos de estos usurpadores de la propiedad acumulan
tres o cuatro allanamientos por semana y con escasos problemas
policiales. Y es que, al mismo tiempo que exigen dinero, hacen lo
propio para que no presenten denuncia, y mientras que ésta no exista
los agentes policiales poco pueden hacer.