lunes, 19 de septiembre de 2016

OCUPAS Y OKUPAS

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Es evidente que las necesidades de la sociedad marcan tendencias y que a su disposición y para su equipamiento básico trabajan millones de personas en las diferentes áreas que conocemos y también de las que no tenemos noticia. El mundo del automóvil, en la alimentación o el urbanismo suelen ser las que más noticias generan y más novedades presentan a lo largo del tiempo. Tampoco faltan mercados como el de la electrónica, en el que incorporamos desde los móviles hasta el transistor más sofisticado de los conocidos, que muestran una especial obcecación por lo nuevo y que acaban haciendo viejos o antiguos sus propios aparatos en solo unos meses. Algo parecido ocurre entre los fabricantes de los coches, lo que no crean ustedes que acaban gustando entre los compradores del último modelo cuando, transcurridos solo unos meses, aparece el mismo modelo renovado por dentro y por fuera. Es decir, que inviertes unos miles de euros en un vehículo de última generación y a veces en unos días lo que has hecho de verdad es adquirir un modelo antiguo. En el mundo de las alarmas, especialmente en el de las viviendas o empresas, en donde encontramos fabricantes especializados que, según su propia publicidad, son súper eficaces, comprobamos que, al tiempo que ponen en el mercado nuevos sistemas de control sobre el edificio asegurado, los amigos de los ajeno los han destripado y conocen las maniobras que realizar sobre ellas para anularlas.

Al hilo de esta realidad, sepan ustedes que aumenta preocupantemente el número de ocupas (y lo escribimos con “c” porque no tienen nada que ver con los okupas que conocemos y así los denomina la propia policía) que ocupan una vivienda y que solo buscan dinero a cambio de salir de ella. Así es. La forma en la que actúa es bien sencilla, ya que consiste en romper la cerradura de la vivienda en cuestión y cambiarla, meter a toda la familia y esperar a que lleguen los propietarios. Es en ese momento cuando, suponemos que entre gritos y amenazas, llamadas a la policía e improperios de todo tipo, hablarán las partes y será entonces cuando la propuesta del allanador de la morada sea exclusivamente el económico: dame tantos euros y me voy ahora mismo. Así de sencillo. En ese momento, de acuerdo con los testimonios de algunos de los ciudadanos que han sufrido este ataque, a veces con los propios agentes delante de las partes, se inicia un tira y afloja que está presidido por una ley en vigor que, según la cual, el que está dentro de la vivienda es su propietario legal y el dueño verdadero, el que ha pagado la hipoteca y ha conseguido las escrituras de propiedad, no tiene nada que hacer. Tendría que pasar al menos un año la denuncia en el juzgado correspondiente y luego a esperar la sentencia judicial, que siempre suele ser a favor del propietario real, pero que la duda también forma parte de la falta de sueño. Y el dinero en abogados y procuradores y gastos judiciales que debes poner a disposición del caso, porque recordemos que el otro, el que se ha metido en tu casa, es insolvente y no tiene nada que perder.

Por eso las conversaciones entre las partes suelen terminar con el verdadero propietario pagando la cantidad que le piden y punto. Se van en busca de otra vivienda en la que meterse y desarrollar la misma técnica. Algunos de estos usurpadores de la propiedad acumulan tres o cuatro allanamientos por semana y con escasos problemas policiales. Y es que, al mismo tiempo que exigen dinero, hacen lo propio para que no presenten denuncia, y mientras que ésta no exista los agentes policiales poco pueden hacer.