Como
ha sido desde siempre en la particular historia de Fuente Sorda los
viernes, también este primer viernes después de las vacaciones
trataremos el tráfico. Dicho esto, lo primero que se nos ocurre es
que, cuando hemos pasado lista, comprobamos desgraciadamente que nos
faltan muchos amigos y amigas, justos los que se han quedado en las
carreteras por los accidentes de tráfico que sufrieron. Los números
son contundentes al tiempo que confirman que seguimos errando en
nuestra forma de interpretar el tráfico, porque de otra manera no se
entenderían la mayoría de ellos. Seguimos aportando, en general,
los mismos defectos con los que llegamos el primer día con nuestro
coche a la carretera y decidimos emprender el viaje. Y no crean
ustedes que son pocos; al contrario, de todo tipo y muchos de ellos
de toda la vida. El primero, la falta de control que ejercemos sobre
nuestro vehículo, que no recibe los tratamientos que necesita ni en
tiempo ni en forma; solo cuando saltan las alarmas acudimos a los
profesionales en busca de asesoramiento y en ocasiones sin
posibilidad de recuperación. El punto siguiente se basa en esta
misma anomalía, es decir, que sometemos al coche en el que viajamos
junto a la familia a velocidades y maniobras peligrosas cuando las
condiciones técnicas aconsejan todo lo contrario. Y que quede claro
que de ninguna de las maneras estamos de acuerdo con la política del
Estado, según la cual los vehículos que han cumplido diez años no
están en condiciones de circular. Entonces, ¿para qué sirven las
estaciones técnicas de vehículos? Se entiende que si superan los
controles anunciados como efectivos por parte de la Administración,
nuestro vehículo puede circular con todas las de la ley y sin ningún
tipo de restricción.
Lo
que sí planteamos son las exigencias y los controles que deben
activarse en todos los usuarios, a los que en ningún caso se les
debe olvidar que son ellas y ellos los únicos que pueden alterar las
condiciones del tráfico y que la totalidad de sus acciones deben
tener en cuenta que no circulan solos, que cada vez escasea más el
espacio entre vehículos y que las consecuencias suelen ser
demoledoras. Una deficiencia muy compartida entre los conductores es
que no asumimos nuestro papel en toda su dimensión, es decir, que
somos nosotros los que frenamos, aceleramos, usamos las
intermitencias, las luces largas y de cruce, el navegador, el móvil
y el resto de aparatos que montan nuestros coches… y son escasos
los que se controlan como exige el sentido común y la propia ley. Si
sabemos que son precisamente los elementos innecesarios que equipa
nuestro automóvil, o sea, móvil, discos compactos, radio y
navegador, los que exigen la atención del que va al volante, y de
hecho está comprobado por la Dirección General de Tráfico, ¿cómo
es posible que seamos miles los que seguimos sin aceptarlo y caigamos
permanentemente en el mismo error?
Por
supuesto y afortunadamente, hemos tenido la suerte de cara y hasta
ahora mantenemos la integridad física. Caer en el error de creer que
a nosotros nunca nos ocurrirá un accidente por alguna de las causas
que hemos reflejado es otro error, enorme por cierto. Resumiendo,
somos los conductores y conductoras los que podemos y debemos
enmendar lo mal hecho. Recordemos que somos responsables directos de
que nuestro automóvil esté siempre a punto, de que nuestra
conducción no genere peligro para nadie, de mantener coherencia en
todas las decisiones que tomemos con el volante entre las manos y una
buena dosis de responsabilidad. En definitiva, la seguridad en la
carretera es cosa nuestra.