viernes, 30 de septiembre de 2016

NUESTRO COCHE NOS TRANSFORMA

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Entre los conductores, lo normal es que cambiemos de actitud a peor justo en el instante que nos ponemos al volante de nuestro automóvil. Eso ya lo sabemos; lo que no hemos sido capaces de entender aún son las razones que nos llevan a aparecer ante los demás como unos ineducados. A veces es suficiente que el conductor que tenemos detrás nos toque la bocina en el momento en el que el semáforo ha pasado de rojo a verde para increparlo sin piedad; o el que acelera cuando pretendemos adelantarle o bien el que se nos pega detrás de nuestro vehículo y nos presiona para que aumentemos la velocidad, para lo que usa las ráfagas de los faros y la bocina. A partir de ese momento y mientras se mantenga a nuestro lado este usuario, acabamos de crearnos un enemigo al que batir tomando peligrosas decisiones para conseguirlo. Está claro que las injustificadas prisas de algunos y la incomprensión de otros influyen claramente en algunas de las peligrosas situaciones que podemos ver en cualquier ciudad que tenga algo de tráfico rodado por sus calles. Es de agradecer, por lo tanto, la actitud de quienes aportan control sobre sí mismos cuando conducen, o los que aceptan que el resto de usuarios no tienen las mismas condiciones técnicas que ellos y que hay que darles margen, o los que asumen que los que circulan delante de ellos no tienen por qué tener prisa y menos saltarse los límites de velocidad…

La realidad es que en el interior de nuestro vehículo parece que perdemos el control y dejamos la educación y el buen gusto justo en el lugar en el que lo teníamos aparcado. Es como si el habitáculo nos aislara del resto del mundo y esta sea la causa de nuestra inexplicable transformación, olvidándonos que la circulación es un hecho social y que los valores que deben estar por encima no son otros que la convivencia y el respeto. Naturalmente, cometeríamos un error si nos olvidáramos de la importancia que tiene en este cambio de carácter el estado emocional del conductor, que si es bueno o aceptable y contamos con un buen nivel de atención, seguro que la mayor parte de los factores externos que nos alteran y que pueden acabar siendo causa de accidente los controlaremos con seguridad. Corroborando estas opiniones de los especialistas, sepan ustedes que está más que demostrado que las personas agresivas son las que en mayor número aparecen en los accidentes de tráfico.

Aceptamos que te moleste, te cabree y te altere la actitud de algunos usuarios, como sería el caso de algunos ciclistas, o los que no tienen por costumbre usar las intermitencias, o los que entran y salen de las rotondas como les viene en gana… Asumir que no estamos solos en el uso y disfrute de las calles y las carreteras, que con nosotros circulan personas que quizás deberían plantearse seriamente sus respectivos comportamientos al volante, mejor para nuestra estabilidad psíquica e incluso física, porque el estrés también acaba pasándonos factura. No se trata de ir por ahí evangelizando a nadie y menos de enseñar al que supuestamente no sabe, aunque sí de no perder el control porque a alguien se le ocurra maniobrar con peligro en nuestra presencia. Si nos vemos inmersos en situaciones de peligro y creemos que el ejecutor de ellas merece un correctivo, la denuncia es el recurso lógico y legal. No lo duden: denuncien.