Lo
más parecido a la situación crítica del Partido Socialista es un
enfrentamiento vecinal. Y de eso nos pueden contar y no parar las
comunidades de vecinos, especialmente las de las corralas, que se
están viendo las caras a lo largo del día y no acaban de llevarse
bien. Entre los socialistas, el empecinamiento de unos y las ganas de
cambiar la actual imagen de la organización que muestran los pesos
pesados, se le puso el colofón el sábado por la tarde con la
dimisión de Pedro Sánchez, que perdió la votación a la que se
sometió. En medio de tanta vorágine y maremágnum de noticias, la
imagen que se ha dado entre sus militantes y votantes, y no menos
entre sus contrincantes políticos, que buscan sacar tajada a
cualquier precio, ha sido realmente penosa. Las consecuencias que se
deriven del asunto están por ver, aunque todo indica que no serán
pocos los heridos y no menos los magullados, como de hecho ya hemos
comenzado a ver. Ocurre siempre que se da un enfrentamiento de tanta
trascendencia, que como es mucha la pasión que todos y todas ponen
en hallar la solución, ésta acaba pasando factura a los que
resultan perdedores.
La
realidad del país y la necesidad, imperiosa por demás, de que se
estabilice un gobierno capaz de enfrentarse a sus propios retos,
demanda algo más que coherencia política en favor de una mejora
general de la vida de los ciudadanos. Sin embargo, el callejón en el
que nos encontramos, porque la situación no ha acabado con la
dimisión de Sánchez, del que aún nada se sabe de si se acabará
encontrando una salida airosa entre unos y otros, por el momento ha
conseguido un rechazo popular que debe ser tenido en cuenta
precisamente por parte de quienes en el voto tienen su particular
futuro y el de su partido. Así las cosas, el que las opiniones de
los hombres y las mujeres fuertes del PSOE no solo no hayan sido
valoradas como esperaban, sino que han sido menospreciadas por la
actual directiva y por los movilizados que se han encontrado a la
entrada y la salida de Ferraz, digamos que ha colmado las
expectativas de algunos de ellos y han optado por las determinaciones
que hemos conocido estos días y que tanto y justificado revuelo han
generado a su alrededor. Y se entiende cuando se valora el papel de
este partido en la reciente historia democrática del país, al que
ha gobernado en más ocasiones que nadie y que ha protagonizado el
mayor revulsivo social conocido en España.
Lo
que sí apreciamos desde lejos es que entre ellos y ellas se han
perdido los papeles y que las decisiones que están tomando tienen un
recorrido muy corto. La consecuencia inmediata no podía ser peor, ya
que el daño que se está haciendo al partido no parece que sea menor
y no menos la pérdida de credibilidad de sus dirigentes, que está
por los suelos. Entre otras cosas, porque no se debe criticar el
desproporcionado apego que muestra Rita Barberá a su escaño en el
Senado y luego hacer lo propio con el cargo de secretario general
hasta el sábado. También extraña y preocupa en la calle que los
principios y base fundamental de un partido como el Socialista,
basados en la fraternidad y el compañerismo, hayan saltado por los
aires e incluso se hable de grupos, de facciones, de bandos…
Evidentemente, solo es necesario que se cuestione el poder, que se
tema su pérdida y lo que ello conlleva, para que aparezcan los malos
modos, las espadas y los afilados colmillos. El resultado será muy
malo para el partido, sea el que sea, porque la salida no será
airosa ni servirá para nada más que no sea perder apoyo popular y
social, al tiempo que la historia que ha ido acumulando a lo largo de
más de cien años se perderá por el camino. La gestora que se
encargará de gestionar la organización política ha comenzado su
trabajo y ahora toca esperar resultados.