lunes, 3 de octubre de 2016

AGUA DULCE, AGUA SALÁ

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Lo más parecido a la situación crítica del Partido Socialista es un enfrentamiento vecinal. Y de eso nos pueden contar y no parar las comunidades de vecinos, especialmente las de las corralas, que se están viendo las caras a lo largo del día y no acaban de llevarse bien. Entre los socialistas, el empecinamiento de unos y las ganas de cambiar la actual imagen de la organización que muestran los pesos pesados, se le puso el colofón el sábado por la tarde con la dimisión de Pedro Sánchez, que perdió la votación a la que se sometió. En medio de tanta vorágine y maremágnum de noticias, la imagen que se ha dado entre sus militantes y votantes, y no menos entre sus contrincantes políticos, que buscan sacar tajada a cualquier precio, ha sido realmente penosa. Las consecuencias que se deriven del asunto están por ver, aunque todo indica que no serán pocos los heridos y no menos los magullados, como de hecho ya hemos comenzado a ver. Ocurre siempre que se da un enfrentamiento de tanta trascendencia, que como es mucha la pasión que todos y todas ponen en hallar la solución, ésta acaba pasando factura a los que resultan perdedores.

 La realidad del país y la necesidad, imperiosa por demás, de que se estabilice un gobierno capaz de enfrentarse a sus propios retos, demanda algo más que coherencia política en favor de una mejora general de la vida de los ciudadanos. Sin embargo, el callejón en el que nos encontramos, porque la situación no ha acabado con la dimisión de Sánchez, del que aún nada se sabe de si se acabará encontrando una salida airosa entre unos y otros, por el momento ha conseguido un rechazo popular que debe ser tenido en cuenta precisamente por parte de quienes en el voto tienen su particular futuro y el de su partido. Así las cosas, el que las opiniones de los hombres y las mujeres fuertes del PSOE no solo no hayan sido valoradas como esperaban, sino que han sido menospreciadas por la actual directiva y por los movilizados que se han encontrado a la entrada y la salida de Ferraz, digamos que ha colmado las expectativas de algunos de ellos y han optado por las determinaciones que hemos conocido estos días y que tanto y justificado revuelo han generado a su alrededor. Y se entiende cuando se valora el papel de este partido en la reciente historia democrática del país, al que ha gobernado en más ocasiones que nadie y que ha protagonizado el mayor revulsivo social conocido en España.

Lo que sí apreciamos desde lejos es que entre ellos y ellas se han perdido los papeles y que las decisiones que están tomando tienen un recorrido muy corto. La consecuencia inmediata no podía ser peor, ya que el daño que se está haciendo al partido no parece que sea menor y no menos la pérdida de credibilidad de sus dirigentes, que está por los suelos. Entre otras cosas, porque no se debe criticar el desproporcionado apego que muestra Rita Barberá a su escaño en el Senado y luego hacer lo propio con el cargo de secretario general hasta el sábado. También extraña y preocupa en la calle que los principios y base fundamental de un partido como el Socialista, basados en la fraternidad y el compañerismo, hayan saltado por los aires e incluso se hable de grupos, de facciones, de bandos… Evidentemente, solo es necesario que se cuestione el poder, que se tema su pérdida y lo que ello conlleva, para que aparezcan los malos modos, las espadas y los afilados colmillos. El resultado será muy malo para el partido, sea el que sea, porque la salida no será airosa ni servirá para nada más que no sea perder apoyo popular y social, al tiempo que la historia que ha ido acumulando a lo largo de más de cien años se perderá por el camino. La gestora que se encargará de gestionar la organización política ha comenzado su trabajo y ahora toca esperar resultados.