Sean
o no premonitorias las lluvias de estos días, lo cierto es que el
otoño camina por los derroteros previstos y que el agua forma parte
de él. Así, es de esperar que los usuarios seamos conscientes de
que la estabilidad de nuestros vehículos, su horizontalidad y la
habitual eficiencia de agarre y frenado del que hemos disfrutado en
tiempo seco, ha dejado paso a la duda, al derrape, a frenadas que
necesitan más espacio para detener el coche… En definitiva, que
debemos adaptarnos cuanto antes a la nueva climatología y hacerlo
convencidos de que es la mejor decisión cuando de evitar el
accidente se trata. Y que conste que ni así será definitivo, ya que
existen una serie de contratiempos en ciudad y carretera capaces de
amargarnos la vida cuando no de perderla: “aquaplaning”,
velocidades desproporcionadas y peligrosas con el suelo mojado,
vehículos que no usan su alumbrado, conductores poco diestros,
nieve, niebla, vehículos lentos en la calzada… Quienes entienden
de tráfico y usan su vehículo cotidianamente saben muy bien de qué
hablamos; estos conductores suelen usar del sentido común en la
totalidad de sus recorridos, dedican más tiempo a la carretera
conscientes de que los problemas serán más, porque han aprendido
con los años que nunca se viaja solo… En el tráfico, adelantarse
a los acontecimientos es asegurarse la tranquilidad a lo largo del
viaje y quienes no dan importancia, por ejemplo, a la llegada del mal
tiempo, pierden una gran oportunidad de asegurar sus sueños y sus
ilusiones. Sumado el mal estado de las carreteras por las que
transitamos normalmente, a las que añadimos la posibilidad real de
la niebla, el agua o la nieve, además de vehículos agrícolas
lentos por su propia fabricación y destino, si no caemos en la
cuenta de que lo más probable es que hagamos saltar por los aires el
tiempo en el que recorremos los kilómetros que habitualmente nos
separan de nuestro domicilio o del trabajo, mal hecho.
Y
lo mismo ocurre si no hemos caído en la cuenta de que quizá los
neumáticos necesiten una revisión o una renovación, o que el motor
hace meses que no lo revisamos, o que no sabemos cómo andará de
agua el limpiaparabrisas (que en estos tiempos es fundamental que
esté en uso), o que no recordemos siquiera si alguna vez le
renovamos el líquido de frenos o el anticongelante, sepan que aún
estamos a tiempo. De hecho, deberíamos de entender la lluvia de
estos días como un aviso y atender a quien tan fiablemente nos lleva
y nos trae sin quejarse. No comprobar en qué estado se encuentran
las gomas o escobillas del limpiaparabrisas es lo mismo que hacer el
camino bajo mínimos, porque lo que sabemos seguro es que los
vehículos que viajan delante del nuestro nos enviarán barro y agua
mientras nos mantengamos en esa posición. ¿Y qué podemos decir
del equipo óptico? Pues estamos en las mismas: fundamental es que
funcionen la totalidad de los luces de nuestro coche, desde los
pilotos traseros (par de freno, marcha atrás, intermitencias y luz
de posición) hasta los laterales y delanteros. ¡Y encenderlos
cuando las dificultades propias del mal tiempo lo aconsejen, aunque
lo mejor sería llevarlas siempre encendidas!
En
definitiva, que las condiciones climatológicas adversas que es
lógico que se implanten a lo largo de estos meses exigen de nosotros
una mayor atención a todo lo que hagamos cuando conducimos y no
menos al cuidado y seguimiento de nuestro vehículo.