Por
fin, aunque a medias, la calle Lope de Vega se incorpora a la
dinámica del tráfico de nuestra ciudad. Los vecinos y vecinas han
sido los primeros en notarlo, ya que a lo largo del desarrollo de las
obras han podido descansar las tardes y las noches como no lo habían
hecho desde que allí residen. Y lo han conseguido, ya que su
planteamiento, de que acabara siendo de una sola dirección, fue
aceptado por el Partido Socialista en campaña electoral y, en contra
de lo que suele ocurrir cuando las organizaciones políticas alcanzan
el poder, en esta ocasión han cumplido religiosamente con su
compromiso. A partir de ahora, para cuando se ponga en uso completo
esta vía, se habrá elegido el recorrido de las calles que recibirán
el tráfico que no podrá circular por Lope de Vega y se conseguirá
el descanso y la seguridad de los vecinos, que no de otra cosa se
trataba. Si tenemos en cuenta que estas obras y la decisión de una
sola dirección ha estado rodeada de polémica orquestada
políticamente, que no ha sido aceptada por algún empresario y que,
como todas las intervenciones municipales, suponen una alteración de
la cotidianidad, bien está lo que bien acaba. A partir de ahora y en
poco tiempo, que para eso lo que se ha invertido en la realización
ha servido para acostumbrar a los usuarios a discurrir por otras
calles, Lope de Vega será una vía de comunicación más segura y
tranquila especialmente para quienes allí viven, que para eso se lo
han trabajado y de qué forma, porque recordemos que, aparte de las
pancartas colgadas de sus ventanas y balcones, su saber estar, su
silencio y su comportamiento en todo su recorrido bien merecen
nuestra enhorabuena.
Los
que han mostrado su desacuerdo en público, que más ha tenido forma
de crítica desaforada cargada de algo más que interés empresarial,
justifican su malestar por el tiempo que han durado las obras, por
falta de información y porque, aseguran, no contaron con ellos para
el acabado definitivo. Evidentemente, es una forma más o menos
sibilina de escurrir el bulto, porque la realidad es que desde el
primer momento no quisieron implicarse ni en la polémica ni en cómo
se desarrollaría el proyecto municipal. Ciudadanos de este corte no
faltan en este tipo de situaciones y es justo en estos instantes,
cuando más se necesitan para tomar decisiones, cuando nunca
aparecen. Lo hacen interesadamente después, cuando la crítica es
fácil, cuando los errores posiblemente se hayan consumado y cuando
ya no sea posible volver atrás. Por supuesto, las obras aseguran que
han sido causantes de la pérdida de ventas que registrado en este
tiempo y que ha dañado a su empresa de manera contundente.
Por
lo tanto, se deduce de este tipo de situaciones que las ciudades no
deben mejorar su equipamiento, la distribución del tráfico rodado o
su estética, o que cuando lo decidan la administración y los
vecinos, la opinión de estas personas tengan más peso que las de
nadie y se ejecute cuándo, dónde y cómo a ellos les interese. De
hecho, es tal su despropósito, que incluso han llegado a criticar
que las obras las haya ejecutado el personal del Ayuntamiento,
convencidos de que hubieran acabado antes si la empresa hubiera sido
de fuera. Se les olvida que se decidió esta fórmula porque, aunque
conscientes de que necesitarían un poco más de tiempo, se ganaba en
el control de la totalidad, las compras de material se realizarían
íntegramente en comercios locales y con profesionales en plantilla
del Ayuntamiento. Llama la atención que hayamos escuchado esta
queja, o sea, que hubiera sido mejor que la obra se le hubiera dado a
una empresa de fuera precisamente de parte de empresarios que viven
de clientes locales. Miren, al menos hemos aprendido que el egoísmo
ciega voluntades.