Hombre,
intentar convencernos de que en España, en lo relativo a la
política, las cosas van bien, es como negar el calor que hemos
pasando estos días. La situación se agrava conforme transcurren los
días y, lo que es peor, las noticias que escuchamos no provienen de
ninguna fuente oficial y sí de las declaraciones de quienes se
autoproclaman como líderes de opinión. Los partidos políticos que
tienen la directa responsabilidad de la salida de la crisis, es
decir, el PSOE y el Partido Popular, por el momento se muestran
cautos y recelosos porque no deben tener las cosas claras con
respecto al sí o el no de la continuidad del actual presidente en
funciones. El papel de Podemos y de Ciudadanos, que también son
determinantes en situación tan importante, se mantienen en sus
trece: mientras los primeros presionan descaradamente a los
socialistas para que giren sus miradas a la oferta que les vienen
haciendo desde el primer día, los segundos siguen empecinados en que
el diálogo entre socialistas y populares es el único capaz de
salvar el mal momento que atravesamos.
Por
el ahora, las previsiones de voto que analizan los técnicos,
anuncian que los populares subirán hasta casi los ciento cuarenta
escaños en caso de que convocaran las terceras elecciones, lo que es
evidente da alas a quienes precisamente lo que necesitan son votos y
no abstenciones. Y claro, los socialistas, que saben que este aumento
de votos saldría de su partido, entenderán que huyan de la
convocatoria y en estos momentos la disyuntiva que se plantean es
evitarlas a toda costa. En medio de tanto jaleo y malos modos, de
tantas declaraciones desalentadoras que tenemos oportunidad de
compartir, el país al completo sumido en una crisis de identidad
desconocida hasta ahora y que tampoco, como lo de la crisis, es
responsabilidad nuestra. Y peor aún, con las cuentas generales por
aprobar, con los presupuestos de las comunidades autónomas parados,
con los ayuntamientos despistados y no menos preocupados por lo que
se anuncia como una debacle económica sin precedentes.
Naturalmente,
como en río revuelto las ganancias corresponden a los pescadores,
ahí tenemos a los independistas catalanes trabajando a favor de sus
intenciones y haciendo todo lo posible por menospreciar al resto del
país. El País Vasco, especialmente Bildu y sus satélites, con el
apoyo del inhabilitado Otegui, hacen lo propio. Se evidencia que la
falta de un gobierno apoyado en las bases sociales, seguro de sus
decisiones y socialmente fuerte propicia la salida de tono de unos
dirigentes que no tienen más objetivos que los personales, que
mienten cuando dicen que la vida de sus paisanos mejorará en poco
tiempo, basándose para ello en que España les roba, y que andaluces
y extremeños comemos gracias al dinero que ganan. Es más, incluso
han llegado a decir que entre nosotros no se pagan impuestos y que
somos una región subsidiada. Y es que mentir en nuestro país no
solo es sencillo, sino que sale gratis, sobre todo cuando quien te
escucha no tiene ni idea de la verdad y solo el odio o el
borreguerismo permiten el aumento de incondicionales a mensaje tan
injusto como cobarde.
Ojalá
que tiempos tan convulsos dejen pronto paso a una situación de
estabilidad que permita el desarrollo de la normalidad más absoluta.
Solo así podremos alcanzar las metas que nos propongamos y en los
que las Administraciones tienen mucho que decir.