Que
nosotros no estemos de acuerdo con el mercado de segunda mano de
neumáticos creemos que no supondrá un problema para quienes
explotan este negocio, o al menos que quede claro que no tenemos más
intención que la de evitar el peligro que podría generar el
extendidísimo uso que sabemos se hace del neumático que ha sido
renovado porque su dueño, que lo conoce mejor que nadie, que debe
haber sido el que en su momento detectó algún traspiés en curva o
frenada y que precisamente por eso decidió sustituirlos por otros
sin que nadie le asesorara, una vez comprobó que no le transmitían
seguridad. Y hasta ahí podíamos llegar, a conducir nuestro
vehículo, que compartimos con amigos o familia, montando unas gomas
desgastadas. Siempre lo hemos dicho y en esta ocasión haremos lo
mismo: cambiar los neumáticos es la mejor inversión que podemos
hacer en nuestro coche, la que más seguridad nos va a proporcionar
y, por tanto, el dinero mejor gastado. El hecho de que sean los
únicos elementos que unen a nuestro vehículo con el asfalto también
debía servirnos como dato técnico de vital importancia y, a lo
largo de su vida activa, evitar el mal uso al que a veces los
sometemos, como sería el caso de los acelerones o frenazos, golpes
en los bordillos, etc.
En
cuanto a las razones que justifican este mercado, entenderán ustedes
que deben ser variadas, aunque, en todos los casos, ligadas a la
economía del que decide la compra. Sin embargo, conociendo
mínimamente el tráfico y sus consecuencias, no acabamos de entender
que el Estado mire para otro lado en asunto de tanta trascendencia,
ya sea desde Industria o desde la mismísima Dirección General de
Tráfico. Es más, como han tenido oportunidad de escuchar o leer en
alguna ocasión, el Gobierno está empeñado y pone todo su interés
en compartir con los usuarios que los coches con más de diez años
son un peligro con ruedas, responsabilizándolos además de muchos de
los accidentes. Pero no entra en más detalles suponemos que porque
es su responsabilidad y de nadie más el que el mercado de neumáticos
usados no solo se mantenga, sino que aumente año a año. Aquí todo
el mundo sabe que un neumático en malas condiciones aporta un
defecto y este no es otro que, cuando necesita frenar con urgencia,
sencillamente no responde. Claro que reconocer que han sido la causa
directa del accidente conllevaría tomar decisiones que evidentemente
no le deben interesar.
Sea
como sea, el hecho es que cuando decidimos renovar los neumáticos,
además de abonar religiosamente el precio que nos piden en el
servicio técnico, incluida la válvula y el equilibrado, estamos
obligados a pagar un impuesto concreto y éste es la tasa ecológica.
Y está bien, que eso del cuidado del ecosistema y reciclar nos viene
bien a todos. Pero claro, no entendemos que, una vez en manos del
taller, éste pueda revenderlos sin más. Ni se entiende ni es
posible compartirlo, por lo que supone de incongruencia y porque es
evidente que alguien está siendo engañado. Dicho esto, y teniendo
en cuenta que este submercado se mueve sin ningún tipo de control
oficial, que su facturación nos dejaría sin aliento, convendría,
en beneficio de la seguridad de todos, que desde las Administraciones
se vigilara lo que a todas luces es una anomalía de gran
importancia social y económica. Es más, si el Gobierno entiende
que así debe ser, que lo diga y que lo controle, evitando los abusos
a los que ahora asistimos y que, recuerden, tienen relación directa
con la accidentalidad que acumulamos a lo largo del año.