miércoles, 2 de noviembre de 2016

LA DELGADA LÍNEA DE LA VIDA

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La delgada línea de la vida ha vuelto a demostrar cuán débiles somos y lo poco que cuesta perderla. No importa tu esfuerzo, ni el de tu familia ni nada que tenga que ver con la Medicina, porque como te excedas, como te descuides un solo instante, como no valores la situación como ésta merece, como no caigas en la cuenta de tu debilidad ante los esfuerzos terrenales, la pierdes en el momento más impensable. ¿Quién le iba a decir a la niña que nos dejó el pasado sábado mientras disfrutaba de un paseo, que fallecería en un mañana más de primavera que de otoño? Deben ser las cosas de la suerte o de vaya usted saber qué tipo de justicia es la que se encarga de controlar la vida de las personas, pero la realidad es que nuestra existencia no depende nosotros y sí de una extraña sucesión de acontecimientos que, precipitados, acaban imponiendo su ley y es capaz de hundirnos en la tristeza. Nuestra capacidad para entender el Destino es evidente que o está mermada o nunca hemos sido capaces de interpretarlo como se debe, porque suponemos que también éste depende de unas normas de obligado cumplimiento que, no valoradas convenientemente, acaban imponiendo sus condiciones.

El hecho, luego de tanto intento de ensayo filosófico, es que una linda niña de solo dieciséis años, a las puertas de su mayoría de edad, con miles de sueños por realizar e intactas sus ilusiones, nos ha dejado su recuerdo a traición, por sorpresa y sin que aún hayamos sido capaces de justificar semejante disparate. Seguro que su accidente servirá para que otros jóvenes, al menos durante un tiempo, no caigan en el mismo error y nos hagan partícipes de dolor tan intenso. El tráfico y sus dolorosas consecuencias, sin embargo, andan muy cerca de nosotros. Ocurre que, afortunadamente, nos tocan de cerca muy de tarde en tarde, y quizá influya en que caigamos en el compartido error de que solo los protagonizan personas que nada tienen que ver con nuestras vidas, como si poseyéramos una coraza que nos permitiera eludir como si nada ocurriera lo que sabemos pasa en la carretera y la ciudad, y que no es otra cosa que eso, que miles son las personas que se dejan sus vidas en la calzada porque quizá no supieron valorar la situación como exige decisiones tan comprometidas.

Hoy, cuando comenzamos a interpretar las consecuencias de tanto dolor y los malos días que pasamos, cuando la situación o la asumimos o moriremos en el intento de recuperarnos, Andújar se despereza de un mal sueño siendo consciente de que ya no puede volver atrás, de que se impone enfrentarse consigo misma e interpretar la situación en toda su dimensión, aunque conscientes de que ya no es posible retroceder el camino andando y que todo vuelva a ser como antes. Ni siquiera nos atrevemos a interpretar el dolor de sus familiares convencidos de nuestras limitaciones cuando de compartirlo se trata. Sí queremos dejar constancia que este medio de comunicación ha compartido con quienes han sentido de cerca varapalo sentimental tan innecesario la inmensa intensidad de tan mal instante. Ni siquiera fue sencillo compartirlo con la audiencia, y solo lo hicimos cuando la familia había ya recibido la noticia. Sí que echamos de menos que el Ayuntamiento, en ocasión tan especial, en instantes tan frágiles para el ánimo de sus familiares y no menos de la ciudad entera, hubiera decretado luto oficial por el fallecimiento de Irene. Con todo, la vida sigue y nosotros solo podemos asistir a ella como simples invitados. Ahora queda lo peor y, compartido, es posible que sea más llevadero, y de ahí nuestra incondicional disposición a la familia para lo que necesite.