Las
personas que organizaron la marcha de parados desde Andújar a Jaén
la semana pasada sufrieron un revés mayúsculo, además de
inesperado e injusto; vamos, un zasca en toda la cara y en público.
Luego de meses de entrega, de buscar altavoces desde los que hacer
llegar a la ciudadanía la necesidad de que la clase política se
conciencie e implique en la solución al problema de paro que vive
nuestra ciudad, resulta que el día “D” a la hora “H” se
quedaron solos y no acudieron más de nueve o diez. Naturalmente,
ellos cumplieron su palabra y se encaminaron hacia la capital,
concretamente ante la Subdelegación del Gobierno, en donde
entregaron el manifiesto que habían confeccionado y en donde
constaban las peticiones que ellos están convencidos tienen
justificado derecho. Cierto que en ningún momento de la larga
caminata quisieron reconocer qué habrían podido hacer mal o cuáles
serían las causas que obligaron al resto de desempleados a quedarse
en casa y no apoyar tan importante protesta, pero que quede claro que
fácil no debió ser para ellos asumir tal afrenta y precisamente de
parte de quienes padecen las consecuencias del desempleo en una
ciudad que supera los seis mil y que no está sola en esta lucha, es
decir, que forma parte de una provincia en la que el paro forma parte
ya de sus enfermedades endémicas.
Evidentemente,
el hospital y su consecución estamos convencidos que debió
incorporarse a la ilusión colectiva para desarrollar la marcha, pero
aquello en realidad parece que ni siquiera nosotros fuimos capaces de
organizarlo y menos de conseguirlo. Con esto queremos decir que
coleando aún la fuerza colectiva que Andújar mostró al mundo y
especialmente a los políticos que entonces manejaban la Junta de
Andalucía, estos buenos hombres se convencieron a sí mismos y
decidieron que volveríamos a actuar con la misma o parecida fuerza
que entonces, pero está claro que no dimensionaron correctamente la
situación y todo ha quedó en una marcha compartida por unos cuantos
compañeros, y con más pena que historia. Dicho esto, la ciudad ha
vuelto a perder la oportunidad de mostrarse a sí misma y ante los
demás con la fuerza que posiblemente pudo haber influido en los
cargos que en la provincia representan al Estado, y conseguir así,
con el apoyo popular que esperaban, que nos observaran como en
realidad nos merecemos.
En
cuanto a las razones que influyeron decisivamente en la convocatoria
de la marcha hacia la capital, es evidente que como para ellos el
número de parados supera la normalidad incluso comparándola con
otras localidades de parecida densidad demográfica, entendieron que
llegado era el momento de echar una mano a quienes tanto necesitan.
Sin embargo, la ausencia de apoyos y de manera tan desproporcionada
no solo ha acabado con sus ilusiones, sino que nos ha definido ante
los demás. Y lo que es peor, hemos dado muestras de estar cansados,
desilusionados, inapetentes e ingenuos si alguien cree que el
Gobierno, por sí mismo, porque le apetece o lo entiende justo, va a
echarnos una mano incorporando a la escasa lista de empresas que
acogemos en nuestro término a otro Ros Casares salvador. Eso sería
un milagro y los milagros escasean en los tiempos que corren.
Por
todo eso justificamos la pregunta que hacemos en el titular del
comentario de hoy: ¿Realmente necesitamos puestos de trabajo? Visto
lo visto, o el trabajo existe y nadie sabe dónde está o no somos
capaces de apoyar una idea tan digna como cualquier otra y, sobre
todo, hacer saber al mundo que estamos vivos y hartos.