Por
mucho que algunos se empeñen en calificar de guarros, inconsecuentes
e ineducados sin más a los caballistas que este fin de semana
tuvieron a bien elegir nuestra sierra para pasearse por ella y
disfrutar de una jornada campestre única, no caeremos en la
tentación de generalizar porque cometeríamos un grave e injusto
error. Es cierto que su paso por veredas y caminos, algunos recién
arreglados, lo mismo que su estancia en las zonas creadas para el
descanso a lo largo del recorrido, es evidente que no ha sido el
ideal, pero cuanto antes aceptemos que han solo sido unos pocos mejor
para no perder la esperanza de un mundo más concienciado y unos
pobladores más responsables. Lo que hemos podido ver por supuesto
que exime de responsabilidad a los organizadores, que antes
convocaron a diferentes conferencias a quienes quisieron acudir con
el objetivo de ir todo lo lejos que se puede en una convocatoria en
la que se reúnen más de dos mil caballos y sus correspondientes
jinetes. Además, en la totalidad de la caminata compartieron
insistentemente su mensaje del cuidado exquisito que debía darse al
entorno, invitando a todas y todos a que no dejasen basuras allí
donde decidieran descansar o sobre la marcha.
Desgraciadamente,
como hemos tenido oportunidad de comprobar, no todos asumieron su
responsabilidad y los que han participado en el daño inflingido a la
sierra han dado claras muestras de su capacidad depredadora, de hacer
daño sin más, de mostrarse ante los demás como ineducados y muy
alejados de la actitud positiva que demanda con urgencia el medio
ambiente. Han sido ellos los que se han retratado públicamente y los
que debían ser informados de que no son bienvenidos, de que la
sierra no es un basurero en el que dejarse lo que sobra. Es la misma
actitud que hemos visto entre quienes se quejan sin justificación de
falta de contenedores en donde dejar caer su bolsa de basura. El
hecho de que alrededor de muchos de éstos encontráramos detritus de
todo tipo, incluidas botellas de cristal y plástico, confirma que no
se trata de equipar más como de ensuciar menos; de cuidar el lugar
en el que nosotros, los humanos, somos simples invitados y que
tenemos la ineludible obligación de no dejar rastro para que nos
vuelvan a cursar invitación. Los dueños de tan apabullante paisaje,
sus moradores, los animales, deben estar avergonzados por el
comportamiento que han observado este nefasto fin de semana y, si de
ellos dependiera, desde luego que no volverían a recorrerlo.
Si a
cualquier animal se le corrigen comportamientos extraños o
perturbadores de la convivencia que mantienen cerca de sus dueños,
seguro que aprende a comportarse en solo dos o tres lecciones y les
durará toda su vida. A algunos de nosotros es evidente que no, que
necesitaríamos estar bajo tutela por años y finalmente con escaso
rendimiento positivo. Entre ellos, algunos de los que visitaron
nuestra sierra andando o a caballo en la fiesta convocada por la peña
Los Romeros Virgen de la Cabeza el Madroño, a los que, repetimos,
nada se les puede reprochar que no sea su gran capacidad de
convocatoria, porque sabemos que han actuado antes y después de
forma contundente. Por todo lo que hemos expresado en nuestro
comentario de hoy, es evidente que no faltan contenedores, porque los
existentes están situados en lugares estratégicos y accesibles a
caballo o a pie, muy próximos entre sí y visibles desde lejos; eso
sí, lo que de verdad echamos de menos es vergüenza.