martes, 25 de octubre de 2016

¿TIENE FUTURO LA ESTACIÓN DE AUTOBUSES?

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Los más jóvenes, los desmemoriados, los que no tuvieron la oportunidad de vivir la construcción de lo que hoy conocemos como estación de autobuses, por supuesto que no valorarán como los que sí participamos en su día a día, o mejor en su año a año, su particular historia, que la tiene y no crean que no es interesante o escasa. Al contrario, desde que alguien desde la política dijo que Andújar necesitaba un lugar en el que los autobuses y sus usuarios tuvieran un lugar específico en donde subir y bajar de ellos con seguridad y comodidad, pocos se habían preocupado antes, o se lo habían callado. Fue entonces cuando se iniciaron los habituales enfrentamientos entre nuestros representantes políticos; unos, los que proponían su construcción e incluso habían elegido el lugar estratégico para ello, y los que no es que no estuvieran de acuerdo en su necesidad, sino en el lugar en el que pretendían ubicarla; es más, veían excesivo que se pidiera una estación y no un apeadero, que es lo que entendían nos merecíamos. Afortunadamente, la ciudadanía no tardó en percatarse de los intereses de unos y de otros y se puso frontalmente en contra del apeadero, y más que éste se construyera en la zona de santa Úrsula. Que conste que hoy, con la perspectiva que nos proporciona el tiempo, menos mal que no caímos en el error de aceptar la segunda propuesta, porque nuestra imagen de ciudad con futuro habría rodado como cabeza recién cortada. Por supuesto, sencillo no fue. No tardaron en movilizarse los vecinos de la zona en la que se quería construir la estación y, alegando todo tipo de inconvenientes, muchos de ellos legítimos y no faltos de argumentos, detuvieron varias veces el proceso. Pero la suerte estaba echada y el hecho de que los problemas expuestos fueran superados técnica y jurídicamente, fue determinante para que hoy contemos con un lugar en el que despedir y recibir a quienes vienen hasta nosotros.

El proceso de construcción tampoco fue sencillo. Al contrario, estuvo salpicado de un sinfín de contratiempos oficiales y de obra. Y tiempo, mucho tiempo perdido por la falta de preparación que mostraron los técnicos y algunos políticos cuando de tomar decisiones se trataba. Hoy es una realidad y hasta hemos tenido tiempo para que se degrade, para que su imagen no sea precisamente la mejor tarjeta de visita. Los servicios que debía dar, el estado en que se encuentran las instalaciones y el escasísimo equipamiento interior y exterior que nos muestra cuando visitamos el recinto, la verdad es que la categoría supera en muy poco la de impresentable. Especialmente preocupados y críticos encontramos a las personas que están obligadas a utilizar los autobuses una vez que se echa la noche y la madrugada, porque, dicen, se la juegan. La oscuridad es casi absoluta, la presencia policial inexistente y el hecho de que haya sido elegida como lugar de residencia nocturna por varios indigentes, la verdad es que no la hace precisamente recomendable. Y así llevamos años sin que nadie desde la Administración o el concesionario obligado a dar los servicios que deberán figurar en el contrato haya dicho esta boca es mía.


Ahora parece que entramos de lleno en un nuevo tiempo, cargado de buenas noticias y del que todos esperamos lo mejor para beneficio de los usuarios. Y decimos parece con toda la intencionalidad del mundo, ya que por el momento solo hemos conocido intenciones y escasa actividad que nos anime a deducir que sí, que algo se está moviendo alrededor de la estación de autobuses: que si mejora del equipamiento interior (desde la apertura de la cafetería las 24 horas hasta nuevos servicios), expendedores de billetes mecánicos a deshoras, que si iluminación completa y constante, que si mayor control de las entradas y salidas, evitando que los peatones deambulen por las dársenas… En qué acabará este nuevo cuento es algo que no sabemos, pero sí que deseamos que gane el bueno y que por fin consigamos un lugar en el que resguardarnos hasta la llegada o salida de nuestro autobús con la dignidad que nos merecemos.