Los
más jóvenes, los desmemoriados, los que no tuvieron la oportunidad
de vivir la construcción de lo que hoy conocemos como estación de
autobuses, por supuesto que no valorarán como los que sí
participamos en su día a día, o mejor en su año a año, su
particular historia, que la tiene y no crean que no es interesante o
escasa. Al contrario, desde que alguien desde la política dijo que
Andújar necesitaba un lugar en el que los autobuses y sus usuarios
tuvieran un lugar específico en donde subir y bajar de ellos con
seguridad y comodidad, pocos se habían preocupado antes, o se lo
habían callado. Fue entonces cuando se iniciaron los habituales
enfrentamientos entre nuestros representantes políticos; unos, los
que proponían su construcción e incluso habían elegido el lugar
estratégico para ello, y los que no es que no estuvieran de acuerdo
en su necesidad, sino en el lugar en el que pretendían ubicarla; es
más, veían excesivo que se pidiera una estación y no un apeadero,
que es lo que entendían nos merecíamos. Afortunadamente, la
ciudadanía no tardó en percatarse de los intereses de unos y de
otros y se puso frontalmente en contra del apeadero, y más que éste
se construyera en la zona de santa Úrsula. Que conste que hoy, con
la perspectiva que nos proporciona el tiempo, menos mal que no caímos
en el error de aceptar la segunda propuesta, porque nuestra imagen de
ciudad con futuro habría rodado como cabeza recién cortada. Por
supuesto, sencillo no fue. No tardaron en movilizarse los vecinos de
la zona en la que se quería construir la estación y, alegando todo
tipo de inconvenientes, muchos de ellos legítimos y no faltos de
argumentos, detuvieron varias veces el proceso. Pero la suerte estaba
echada y el hecho de que los problemas expuestos fueran superados
técnica y jurídicamente, fue determinante para que hoy contemos con
un lugar en el que despedir y recibir a quienes vienen hasta
nosotros.
El
proceso de construcción tampoco fue sencillo. Al contrario, estuvo
salpicado de un sinfín de contratiempos oficiales y de obra. Y
tiempo, mucho tiempo perdido por la falta de preparación que
mostraron los técnicos y algunos políticos cuando de tomar
decisiones se trataba. Hoy es una realidad y hasta hemos tenido
tiempo para que se degrade, para que su imagen no sea precisamente la
mejor tarjeta de visita. Los servicios que debía dar, el estado en
que se encuentran las instalaciones y el escasísimo equipamiento
interior y exterior que nos muestra cuando visitamos el recinto, la
verdad es que la categoría supera en muy poco la de impresentable.
Especialmente preocupados y críticos encontramos a las personas que
están obligadas a utilizar los autobuses una vez que se echa la
noche y la madrugada, porque, dicen, se la juegan. La oscuridad es
casi absoluta, la presencia policial inexistente y el hecho de que
haya sido elegida como lugar de residencia nocturna por varios
indigentes, la verdad es que no la hace precisamente recomendable. Y
así llevamos años sin que nadie desde la Administración o el
concesionario obligado a dar los servicios que deberán figurar en el
contrato haya dicho esta boca es mía.
Ahora
parece que entramos de lleno en un nuevo tiempo, cargado de buenas
noticias y del que todos esperamos lo mejor para beneficio de los
usuarios. Y decimos parece con toda la intencionalidad del mundo, ya
que por el momento solo hemos conocido intenciones y escasa actividad
que nos anime a deducir que sí, que algo se está moviendo alrededor
de la estación de autobuses: que si mejora del equipamiento interior
(desde la apertura de la cafetería las 24 horas hasta nuevos
servicios), expendedores de billetes mecánicos a deshoras, que si
iluminación completa y constante, que si mayor control de las
entradas y salidas, evitando que los peatones deambulen por las
dársenas… En qué acabará este nuevo cuento es algo que no
sabemos, pero sí que deseamos que gane el bueno y que por fin
consigamos un lugar en el que resguardarnos hasta la llegada o salida
de nuestro autobús con la dignidad que nos merecemos.