jueves, 24 de noviembre de 2016

DÍA INTERNACIONAL DE LA ELIMINACIÓN DE LA VIOLENCIA HACIA LA MUJER

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Cada día que pasa estamos más convencidos de que las personas en las que el Gobierno ha delegado el control, desarrollo y vigilancia de la ley en vigor contra la violencia hacia las mujeres, la tarea les viene larga. No acaban de dignificar a la protagonista de toda ella, no controlan su articulado y desde luego que se ven impotentes para evitar la sangría de tantas muertes inútiles que conocemos casi a diario. Así, entre que no faltan en este circo mediático los que están en contra de las sentencias que recaen sobre los maltratadores alegando que muchas de ellas responden a denuncias falsas, que en los juzgados no se toman las medidas que entendemos evitarían de algún modo el auge que se registra y que no se ha elegido al personal idóneo para enfrentarse a la realidad de la violencia hacia la mujer, tampoco debería extrañarnos llegar la cifra de fallecidas que alcanzamos anualmente; por el momento, a día de hoy, treinta y siete son las que podemos encontrar en los cementerios. Detrás, como todo el mundo sabe, una problemática añadida de huérfanos de madre que a partir de ahora vivirán su personal calvario y que quedarán marcados de por vida. Esta es la otra historia, la que se olvida a los dos días y para la que nuestros gobernantes (los que se han ido, los que están y los que vendrán) aún no han sido capaces de encontrar soluciones. De hecho, ni siquiera lo han sido para proteger a la maltratada, porque es verdad que se les invita a la denuncia, a ellas, a sus familias y a sus vecinos, pero luego qué… Casas de acogida, sentencias de alejamiento… ¿Y cómo consiguen, por ejemplo, el dinero que les permita vivir con dignidad, porque recordemos que la gran mayoría han sido dependientes del sueldo del marido y cuando deciden la separación no cuentan con un trabajo digno con el que poder sacar a su familia adelante?

Demasiados huecos que rellenar y no menos decisiones que tomar para obtener los recursos administrativos necesarios que permitieran a las mujeres y su prole desenvolverse sin más problemas que los que propios de quien se ha separado de un hombre que era una bestia con ojos y con una gran capacidad para hacerle daño. A estas alturas de la función, aún se buscan soluciones policiales que de alguna forma controlen la cotidianidad de las víctimas, como si no supiéramos que la falta de agentes para esta dedicación es un hecho real que se paliaría si por fin su número se ajustara a las necesidades reales. En cuanto a las sentencias, admitiendo que no conocemos nada del funcionamiento judicial y aceptando que las sentencias no pueden ser ejemplarizantes y sí solo justas, pocas son las que calman los ánimos de las mujeres maltratadas. De hecho, todas, absolutamente todas, temen la salida del exesposo encarcelado porque saben que irán a por ellas, porque están convencidas de que volcarán sobre ellas y su descendencia todo su odio y rencor. Ni idea de cómo solucionar o al menos controlar una situación tan peligrosa y controvertida, pero sí que sería exigible una implicación más real de toda la sociedad a favor de una mayor visibilidad del problema. Menos interés por empoderar a las mujeres y más inversiones económicas que les permitan vivir en paz; menos discriminación positiva y más carne en el asador cuando de condenar al maltratador se trata.


En diez años, como si tal cosa, y encima con unos cuantos empeñados en conseguir su objetivo de enmarañar la realidad asegurando que muchas de las denuncias son falsas, más de seiscientas mujeres han sido asesinadas por su descerebrado marido o compañero. Que sí, que existen circunstancias que pueden influir en la intencionalidad del excompañero, como la que vive observando cómo su exmujer convive con otro hombre mientras él tiene que mantener a su descendencia y pagar la hipoteca del piso que se le ha adjudicado exclusivamente a ella, pero ni por esas podrá justificar el asesinato. Existen infinidad de salidas para este tipo de situaciones injustas, y desde luego que todo pasa por llevar el problema a la educación básica. Si no preparamos a los que vienen detrás para enfrentarse a situaciones de este o parecido corte, el aumento de las muertes seguirá siendo noticia.