viernes, 25 de noviembre de 2016

¿TIENE USTED ASEGURADO SU VEHÍCULO?

Imprimir

Lo primero que debemos aceptar es que las aseguradoras, todas, son empresas muy alejadas de la asistencia social o cualquier otra dedicación ligada a la solidaridad. Muy al contrario, se trata de empresas de enorme potencial económico y largos tentáculos que están presentes en infinidad de mercados en donde el dinero es lo que importa y que se dedican a ganarlo a espuertas. Naturalmente, la legalidad controla sus actuaciones y están sujetas, como no podía ser de otra forma, a las leyes en vigor. No obstante, es evidente que ante un complicado siniestro de costo importante, si pueden escurrir el bulto, que nadie dude que lo harán, porque sus obligaciones tienen un límite que no siempre conocemos bien y que, sin embargo, se hacen constar en las pólizas que firmamos y que solo conoceremos si tenemos la mala suerte de generar un parte de accidente, que es cuando de verdad tomamos conciencia de qué tipo de seguro contratamos y cuáles son realmente las coberturas que nos ofrecen. Llegados este punto, convencerles de que se abstengan de lo excesivamente barato y opten por una compañía que huya de sofisticados formulismos y aporte textos fáciles de interpretar, parece que debía ser la mejor elección. Es el caso de las empresas que operan por completo en Internet, esas que no ves la cara de ningún responsable justo cuando más falta te hace, y que te dan de baja en cuanto te excedes informando de un accidente.

Los costes de operatividad de estas empresas, que debe ser enorme, son la causa de que hayan ido eliminando oficinas o sucursales en muchas ciudades y que Internet se haya convertido en una nueva máquina de generar dinero. Las que mantienen su imagen y la oficina física abierta siguen siendo las más elegidas, aunque es verdad que los costos de ellas deben repartirse en su facturación y este detalle a veces es más que suficiente para que el cliente se decida por ofertas más baratas. En el mercado nos encontramos con todo tipo de frases publicitarias y todas con el mismo objetivo: captar clientes. Unas, porque te suben el seguro (a veces sin previo aviso y de manera abusiva) y te invitan a unirte a ellos; otras, porque las coberturas llegan casi hasta el infinito; y no faltan las que te geolocalizan allá donde se te haya ocurrido irte solo o con los tuyos. Tampoco echamos de menos las que aseguran que su seguro a todo riesgo te sale más barato que uno a terceros; lo mismo que también las que te exigen despertar y cambiarte a su oferta. Ocurre que luego, en realidad, la diferencia es más bien poca y, en la práctica, lo importante es que no cometas errores si no quieres verte envuelto en un maremágnum de detalles que te marearán y te complicarán la existencia.


Lo que sí debemos aceptar justo en el momento en el que adquirimos el vehículo es que sin seguro no podemos circular. Primero, porque está prohibido hacerlo como mínimo con el obligatorio; segundo, porque nos jugamos nuestro patrimonio, porque un accidente sin seguro nos puede salir por un ojo de la cara. Y luego, claro, lo de la solidaridad, porque es un hecho que hoy, cuando recibes un golpe, lo primero se te ocurre es rogar que tenga seguro; entre insolventes, caraduras y frívolos, lo que sabemos es que casi la mitad de los vehículos que circulan a nuestro lado lo hacen sin la correspondiente cobertura que proporciona un seguro. Claro que si sumamos a este importante detalle que otros tantos lo hacen sin haber pasado por la ITV, con unos neumáticos en muy mal estado, con el equipo óptico a medio gas y otras lindezas conocidas, la verdad es que la mejor decisión es no salir a la carretera. Pero eso será motivo de otro comentario.