Aceptar
que, aunque desigual e injustamente, estamos saliendo de la crisis
que en el año 2007 pusieron en marcha los mismos de siempre, quizás
porque veían que la clase obrera prosperaba con demasiada prisa,
creemos que no es nada desproporcionado, pero tendremos que aceptar
la opinión de quienes nos escuchen o lean porque la realidad cada
uno la relata según le va. Por lo tanto, teniendo en cuenta las
cifras de pobreza real que estos días nos llegan, alegrarse de que a
algunos les vaya mejor que a otros es un detalle opcional que no
todos están dispuestos a compartir. Y se entiende también que sea
así porque de por medio, en el absoluto caos en el que se
desenvuelve el mercado de trabajo, encontramos todo tipo de historias
de miseria y pobreza que echan abajo la estrategia de algunos de
nuestros políticos, que tienen como fin convencernos de que ya
estamos fuera de los años negros que nos han hecho vivir y que todo
va a mejorar en poco tiempo. Ojalá fuera así, aunque no debemos
esperar nada de quienes, por activa y pasiva, han participado
directamente en hundir al mundo laboral hasta profundidades
desconocidas. Si ahora consiguen remontar su propia crisis, mejor
para todos, pero que sepan que sabemos que habrán conseguido
restablecer lo que ellos y nadie más que ellos ayudaron a crear.
Lo
que sí nos alegra sinceramente es el hecho de que, obligados como
están los miles y miles de empresarios que viven específica o
mayoritariamente de las ventas navideñas, generarán de aquí a
enero más de un millón de empleos. Que sí, que ya sabemos de qué
tipo de puestos de trabajo se trata, es decir, por tiempo limitado,
de un sueldo mísero, de una Seguridad Social mínima, con muchas
horas por desarrollar y de escaso aprendizaje para el recién
llegado, pero tal y como está la situación, algo es algo. De hecho,
cuando preguntamos entre los que han conseguido un empleo para estos
días de compras masivas, lo primero que observamos y nos dicen es
que, por fin, tienen un trabajo y que están deseando que llegue el
día en que puedan desempeñarlo. Lo que sí saben estos recién
llegados al mercado laboral, convencidos de que un buen
comportamiento, mostrar dedicación desde el primer día, no tener en
cuenta los esfuerzos que tendrán que hacer y aprender en dos o tres
jornadas, cuál es su tarea y, sobre todo, aprenderse rápidamente lo
que a su jefe le interesa, puede serles de mucha utilidad por si
finalmente el empresario se ve en la necesidad de incorporar a alguno
de los nuevos y ellos pueden ser la mejor opción.
Por
supuesto, sabemos que los que se aprovecharán y mostrarán su
infinita satisfacción serán los de siempre, o sea, los mismos que
nos metieron en el agujero negro en el que nos encontramos, que
sacarán pecho, aprovecharán micrófonos y cámaras y se arrogarán
cualquier esfuerzo realizado por el mundo empresarial, asegurando que
el éxito se debe a ellos y a sus políticas sociales. Luego, como
siempre, el tiempo nos devolverá a la realidad y la situación
recuperará su oscuridad para quienes vieron la luz uno o dos meses.
Por cierto, que no faltarán los que solo disfruten de horas de
trabajo; sí, porque la hostelería contrata a los empleados por este
tiempo sencillamente porque los necesita exclusivamente para los
servicios de cenas y comidas familiares o de empresas. Esta es la
verdad, aunque solo sea en parte, porque les podemos asegurar que
hemos incorporado a nuestro comentario de hoy dos ejemplos que pueden
servirnos como referencia para interpretar correctamente al resto.
Aplicarse al trabajo que nos consigan es lo mismo que agarrarse a un
clavo ardiendo para miles de chicos y chicas que disfrutarán de su
primer empleo por cuenta ajena. Suerte para todas y todos. Desde
luego, merecido sí que lo tienen.