viernes, 18 de noviembre de 2016

LA ACCIDENTALIDAD AUMENTA EN LAS CARRETERAS SECUNDARIAS

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Las estadísticas, por abrumadoras y contundentes, implantan criterios justo en donde se decide el tráfico del futuro, es decir, en los despachos de los funcionarios de la Dirección General de Tráfico. Es más, acaban siendo tan bien valoradas, son tan esclarecedoras de los vicios más o menos ocultos que generalmente tenemos los conductores, que no debía extrañarnos que sean éstas las que marquen los márgenes en los que se desenvuelven cuando de tomar decisiones se trata. Es por eso que debíamos interpretar las normas o artículos del Código que se incorporan regularmente a las que están en vigor como una consecuencia técnica que tiene como objetivo evitar que se sigan produciendo accidentes por la causa que se ha detectado mayoritariamente y que demanda una actuación inmediata. Es el caso, por ejemplo, de los accidentes de tráfico por adelantamientos irregulares en carreteras conocidas como secundarias o convencionales, que vienen alcanzando una inusitada notoriedad en la estadística de accidentalidad que se confecciona al final del año. Al tiempo, los técnicos añaden lo que ellos entienden que son las razones por las que se da esta situación y para ellos está claro: la emigración que se ha producido entre miles de conductores hacia este tipo de carreteras, debido sobre todo por el atajo que representan en su aproximación diaria trabajo-residencia familiar. Pero, atención, no solo se debe al aumento significativo del número de usuarios, que también, sino en la falta de costumbre que tiene la mayoría de efectuar adelantamientos en vías de este tipo, quizá debido a que se ha pasado años y años circulando por autovías.

Atendiendo el diagnóstico emitido por quienes llevan años trabajando con los datos de accidentalidad que se acumulan con el paso del tiempo, aceptar sus deliberaciones y consejos nos parece de lo más lógico y desde luego que, aplicados, pueden contribuir a que evitemos accidentes de consecuencias imprevisibles. Si a esta deficiencia real unimos los defectos propios de cada uno de nosotros, que son de todo tipo y tamaño, desde los que entienden que las limitaciones no son algo que estén obligados a respetar a los que creen estar en posesión de todos los derechos conocidos y ninguna obligación que acatar, pasando por los que, con su peligrosa actitud, contribuyen a crear permanentes ocasiones de peligro, la realidad es que salir a la carretera se ha convertido en una peligrosa odisea de dudoso final. Por todo esto, llegar a la conclusión de que los accidentes de carretera vienen a ser como una infalible enfermedad que acumula por miles los fallecidos. Es más, actualmente son la primera causa de muerte entre personas de entre dieciséis y cincuenta y cinco años, por encima de cánceres, sidas y demás temidas y terribles enfermedades.

Por el momento, y de acuerdo con los estudios paralelos que sobre nosotros, los conductores, desarrollan universidades, gabinetes especializados y técnicos en tráfico, los únicos responsables de lo que nos ocurre o nos pueda ocurrir recae sobre nosotros, que para eso conducimos el vehículo, frenamos, aceleramos, usamos las intermitencias o no, circulamos con las luces encendidas si nuestro vehículo no está equipado con las habituales luminarias “led”, etc. El hecho de que generalmente no aportemos a la conducción ninguna regla relacionada con el sentido común y la prudencia es evidente que activa infinidad de situaciones complicadas a lo largo del recorrido y de las que por ahora, afortunadamente, vamos saliendo como la Providencia nos da a entender. Ojalá sigamos así por muchos años. Ojalá.