
Que
España “is diferent” no creemos que necesite de detalles que lo
avalen. Somos raros, extraños entre nosotros mismos y, sobre todo,
cuando comparamos regiones, que es cuando algunos llegan hasta el
paroxismo con tal de diferenciarse del resto. La realidad es que
quienes hemos nacido en Andalucía andamos entre los más rechazados
sin que nadie en la piel de toro haya sido capaz de encontrar los
detalles o características desde las que justificar esa barbaridad
xenófoba. Y más cuando catalanes y vascos, que dicen sentirse los
más agraviados en la cosa esa del reparto equitativo del dinero
entre regiones, hace años que cruzaron sus sangres con buena parte
de las gentes de Andalucía, Extremadura, Murcia y Galicia, en donde
desembarcamos en los sesenta y setenta y que hoy, ¡qué cosas!,
piden la independencia como si sus raíces estuvieran perdidas en el
tiempo. Vagos, gandules o perros, dependiendo del interés que ponga
el opinador de turno en la afirmación; además de bailones,
chistosos, intrascendentes, subvencionados y otras lindezas que
suelen colgarnos como añadido cuando nos identifican como andaluces.
Nosotros hacemos lo propio, ¡faltaría más!, con el resto de las
personas nacidas en nuestro país, por lo que es posible que nos
merezcamos, no tanto la realidad de las afirmaciones como la
intención de hacer daño cuando pronuncian algunas de ellas.
Personalmente, no estamos de acuerdo con ninguna, que para eso cada
uno de nosotros se desenvuelve en su realidad, disfruta, sufre o
padece lo que vive en sus respectivas regiones y de nada le van a
servir los exabruptos que dediquen a los demás. Sí es posible que,
cuando la clase política se mete en jardines sin flores y se
presenta ante los demás como realmente es, o sea, cuando se deja la
máscara democrática y echa mano de la populista, entonces el asunto
pasa a ser noticia y, lógicamente, es cuando de verdad conocemos a
la persona y no al personaje. Eso y no otra cosa es lo que ha
ocurrido con Cristina Cifuentes, a la sazón presidenta de la
comunidad de Madrid, que, en el fragor de la lucha parlamentaria, se
le fue la lengua y afirmó con vehemencia desconocida que Madrid
financia la educación, la sanidad y la supervivencia de Andalucía.
Luego, cuando comprobó la importancia mediática que había
conseguido su arenga, optó porque no se habían entendido sus
palabras, que se habían tergiversado o que fueron sacadas de
contexto.
Con
todo, aun resultando tristes y dolorosas sus afirmaciones, entre
otras cosas porque no se ajustan a la realidad, recuerden que no está
sola cuando de despotricar en nuestra contra se trata: Ana Mato
aseguró que los escolares en Andalucía no tenían sillas donde
sentarse en los colegios, que los niños y niñas andaluzas eran
analfabetos y, no obstante, luego fue nombrada ministra de Sanidad al
tiempo que se dedicaba a sacar provecho, junto a su marido, de la
trama Gürtel. O Esquerra Republicana, que vino a contar a sus
correligionarios, entre ellos el famoso comprovinciano de la
Bobadilla, Rufián, que aquí, en Andalucía, nadie pagaba impuestos
porque vivimos de Cataluña. O el mismísimo líder de Podemos, el
señor Iglesias, que, a la vista del resultado de las últimas
elecciones en las que su partido participaba, se lió la manta a la
cabeza y nos regaló un rosario de improperios sin estilo ni control
verbal que incluso avergonzó a los suyos. En definitiva, que sigue
habiendo quien tiene la fea costumbre de usarnos como moneda de
cambio cuando tratan de justificar su incompetencia política. Por
cierto, cuando la señora Mato decidió criticar, lo que a su juicio
era la escasa dedicación educativa andaluza, nadie en su partido en
Andalucía, por entonces responsabilidad directa del señor Arenas,
dijo esta boca es mía para defender lo contrario. Ahora ha sido otra
representante popular la que ha realizado un juicio de valor que ha
vuelto a dañar nuestra imagen. Cristina Cifuentes, que siempre ha
andado envuelta en la bandera de la democracia y el sentido común,
parece que ha decidido desenmascararse a sí misma encontrado en
nuestra tierra la respuesta idónea para justificar los errores a su
política. Veremos ahora qué opina su partido en Andalucía, porque
ellas y ellos son andaluces. Y más cuando, repetimos, lo que ha
afirmado es mentira.